Historia y patrimonio
Narro » El de la via «, el lorquino que quiso ser torero
Nunca supe el significado de ese nombre. Narro. Su padre tambíen era Narro, y guardaba el paso a nivel del ferrocarril en el óvalo de Santa Paula en la carretera de Aguilas.
La casa de Narro era la garita donde su padre prestaba servicio. La garita del tren y la venta » El Gato». Un trajin de chatos de vino y ensoñaciones. que se le subían a la cabeza. Porque Narro quería ser torero. Un figurón del toreo. Eso. El más grande, como Marcial Lalanda o Paco Camino.Mientras tanto ayudaba a su padre en su vigilancia de la barrera de la línea Lorca-Baza- Guadix- Granada.
No tenía hechuras para torero,y un valor dudoso, pues en cuando un morlaco se le ponía cerca, le entraban los temblores y los retortijones en el bajo vientre, y sus estampidas, las suyas, que no las los toros, eran sonadas y conocidas en toda la comarca. y es que aunque rubio y de ojos claros, algo no muy usual por estos pagos,por contra era bajito como racial ibero, y algo achaparrado.
En la » mili» sirvió de » turuta «, y era el gozo de la tropa cuando estaba de guardía. No daba un toque a derechas. Nunca sabías si el Coronel iba o venía. Cuando conseguía terminar una orden le aplaudían los soldados del regimiento desde los pabellones donde se alojaban las compañias de los dos batallones.
Y es que la noche era muy larga, y la cazalla para la gazuza un reconstituyente para el cuerpo. Lo malo es que con tanta vitamina luego no tenía fuerza para soplar, y la vida se le escapaba por la boquilla del cornetín.
Pero eso no importaba:
– Mi sargento, yo he nacido para torero. Esto de la corneta…
Una mañana de Abril le entregaron » la blanca», esto es, la licencia.
Heredó de su padre el puesto de ferroviario. Y no ocurrió nunca que el tren de Guadix tomara las vías de Málaga, porque su padre aún anciano le supervisaba, sabedor él, que su Narro tenía » vulanicos » en el caletre.
La última vez que le vi fue en un encierrro. En Lorca. Fería de Septiembre.
El Ayuntamiento organizó una suelta de vaquillas por la alameda, y una novillada en la plaza de toros.
Narro apareció como un nardo, seguido de su cuadrilla,vestido de grana y oro,la chaquetilla austada a la cintura, las medias rosas, las zapatillas pegadas al albero, los machos bien apretados. la montera calada hasta los ojos. La plaza se despejó. Sonaron clarines y timbales. Se abrió el portón de los sustos, y desde los chiqueros se ojó un mujido que le heló la sangre en las venas. La frente se le perló de sudor. las piernas se negaban a moverse del sitio. como el Tancredo del toreo bufo.
Apareció la fiera resoplando, levantando astillas de los burladeros, hociqueado la tarde. Luego miró a Narro y supo que era su enemigo.
Le esperó escarbando en la arena. Narro desplegó su capote, y avanzó unos pasos, el silencio de la verdad se produjo, los murmullos cesaron y solo los quiebros del animal rompieron la quietud.
Narro tomó aire. Y avanzó un poco más. Sabía que aquella era la tarde de gloria que tanto había soñado. demostrar a todo el mundo que él era un artista. No podía defraudar a los amigos que le habían alquilado el traje en Murcia.
El Narro acorta distancias a pasito corto, resbalando los pies firmemente. La vena de torero se le ha disparado. el paseilo, los abrazos de la familia ,los tendidos llenos, y hasta le han dicho que un apoderado de tronío anda por ahi en el palco de autoridades.
El novillo, negro, bragao y meano, con unos pitones como hoces de » segador» se arranca.
Narro quieto. No mueve ni las pestañas. El bicho pasa a unos milimetros de su capote.Narra lo extiende y le hace un » afarolao» de buena factura.Cierra los ojos. El corazón late apresuradamente.
– ¡ Maestro, música !
-Suena un pasodoble : España cañi. La gente aplaude sorprendida. Narro está toreando. Y aguanta el tipo.
El novillo de 297 arrobas se encela y entra al trapo que le ofrece Narro.
De nuevo el sufrimiento. el dolor de barriga, la » temblaera», Narro da un paso atrás, la gente aulla, le anima, pero a Narro el miedo le ha vuelto a ganar la partida. Tira la capa al suelo, se descalza y sale corriendo para perderse para siempre en mi memoria.
Redacción: José Luis Alonso Viñegla .- Gente de Lorca. Periódico EL LORQUINO.