Historia y patrimonio
Una breve historia de la Feria de Lorca y del culto a la patrona
De noviembre a septiembre, del comercio al ocio.
La feria que se celebra durante estos días hunde sus raíces en la época de la conquista y asentamiento castellano, en plena Edad Media, adonde parece remontarse el culto a la patrona de Lorca.
El 26 de septiembre de 1270, casi treinta años después de haberla conquistado como infante y trece años después de haberla visitado por última vez, Alfonso X concedía desde Vitoria a la por entonces villa de Lorca un privilegio rodado por el que le otorgaba una feria anual de quince días de duración que comenzasen ocho días antes de San Martín (11 de noviembre) y finalizasen ocho días después.
En el documento en pergamino, de gran solemnidad y belleza, conservado en el Archivo Municipal de Lorca, el monarca señalaba que lo hacía con el propósito de que los habitantes de la villa “sean mas ricos et mas abondados et se pueble meior el logar”. La medida, que puede considerarse el origen de la actual feria, la tomaba el rey castellano tras unos años problemáticos, pues la repoblación cristiana no seguía el ritmo esperado y la despoblación era cada vez más evidente, agudizada por la marcha de los mudéjares a Granada tras la sublevación de 1264 y por el carácter fronterizo que la villa adoptaba desde la conquista veinte años antes.
Posteriormente, el 31 de octubre de 1309, desde el cerco de Algeciras, su nieto Fernando IV venía a ratificar la concesión de su abuelo en los mismos términos que éste la concediera. Sin embargo, pronto comenzaron los cambios de fecha. Así, el 7 de agosto de 1313, desde Cuéllar, Alfonso XI aceptaba el cambio de fecha de la feria de Lorca, iniciándose a partir de entonces el mismo día de San Martín y con una duración de 15 días, ya que en las fechas anteriores su coincidencia con la de Orihuela imposibilitaba la concurrencia de muchos mercaderes a Lorca.
De nuevo se volvía a cambiar la fecha siete años después, en abril de 1320, cuando Alfonso XI aceptaba la petición del concejo de Lorca de retrasar de nuevo la feria para que comenzase ocho días después de San Martín, con una duración similar y con ocho días de franqueza, con objeto de evitar que coincidiese con las de Orihuela y Murcia. Dos meses después el monarca concedía a la villa una segunda feria, en este caso para el mes de junio, con inicio el día de San Juan Bautista y con una duración y condiciones similares a la anterior.
Al parecer los mismos motivos fueron los que llevaron a que siglos más tarde, ya en el siglo XVII, el concejo de la ciudad solicitara a Carlos II que la feria se iniciase desde el día de la Virgen de las Huertas hasta el 22 de septiembre, a lo cual el monarca accedía mediante Real Ejecutoria de 7 de junio de 1685. El lugar de celebración era ya desde hacía tiempo el entorno inmediato al santuario, el conocido como “real de las huertas”, pretendiendo el concejo con el traslado definitivo de la feria, además de aprovechar la mayor bonanza del clima en septiembre, favorecer el mantenimiento del edificio y culto mariano a través de los franciscanos, asentados en el lugar al menos desde el siglo XV.
No obstante, no sabemos a ciencia cierta desde cuándo se celebró la feria en este lugar, pero lo que sí es seguro es que al menos desde 1718 el concejo de la ciudad comenzó a ordenar el sitio urbanísticamente para ello, tal y como documentó Manuel Muñoz Clares. El recinto construido, capaz de albergar 73 tiendas en su parte central y 44 alrededor, tenía varias entradas, contando la principal, construida en 1736 frente al atrio del convento, con un arco de piedra de sillería rematado con un escudo de la ciudad de Juan de Uzeta flanqueado por dos pequeñas pirámides.
El ferial, mejorado en años sucesivos, se destacó por su comodidad y organización. Como documentó el mismo autor, salvo excepciones la feria siguió celebrándose en su primitivo emplazamiento, contando con una de ganado y otra de ropa paralelamente a la que acudían feriantes de la propia Lorca, Cartagena, Murcia, las Cuevas y Orihuela, entre otras, y gente foránea de las zonas comarcanas de Águilas, Mazarrón, Huércal, los Vélez, Caravaca, Cehegín o Calasparra. En el siglo XIX, concretamente hacia 1871, la feria se trasladó al centro de la ciudad, junto al Teatro Guerra, manteniéndose en el antiguo emplazamiento algunas casetas de comestibles y siendo derribada en 1903 la antigua puerta del ferial, quedando en pie hoy día únicamente la cruz del centro de la plaza.
Alfonso X, “Los reales” y el culto a la Virgen de las Huertas
El término real, hoy conservado en el topónimo “Los reales”, deriva del árabe hispano raḥál (aún conservado en Murcia, majada, aldea) y éste a su vez del árabe clásico raḥl (punto de acampada), con influencias del latín regalis. Hacía referencia en su momento a un “huerto cercado”, en concreto a una propiedad privada, en manos de instituciones o propietarios musulmanes y, posteriormente, de la Iglesia.
La tradición histórica y la memoria colectiva ha asociado sin embargo la palabra real al punto de acampada de las huestes de Alfonso X en su conquista de Lorca, lo cual vendría amparado por la Arqueología mediante la aparición de las estructuras islámicas de lo que parece ser un palacio bajo el actual santuario. La situación del enclave, en un punto estratégico para colapsar las vías de comunicación de la villa y sus estructuras productivas, además del control visual de la mayor parte del territorio desde la zona, decantan a Andrés Martínez Rodríguez, Juana Ponce García y Juan Francisco Jiménez Alcázar a situar las inmediaciones del santuario en las que hoy se celebra la feria como el lugar original de asiento de las tropas alfonsíes, a falta de ulteriores investigaciones.
En cuanto al origen del culto a la Virgen de las Huertas, no es de extrañar que éste se produjera desde el mismo momento de la conquista, siguiendo al mismo autor y teniendo en cuenta la costumbre de Alfonso X, de su padre Fernando III y de su suegro Jaime I de llevar consigo siempre una imagen de la Virgen María, a la que se dedicaban las antiguas mezquitas mayores de los lugares conquistados como un símbolo de dominio, estableciendo siempre puntos marianos específicos. No en vano, el siglo XIII es el siglo de María, iniciándose ya desde mediados de la centuria precedente un periodo de exaltación de su figura en toda la Cristiandad occidental.
Tampoco es disparatado pensar que la advocación primitiva fuese la de la Virgen de las Huertas, pues en otros lugares de la geografía peninsular se acude a denominaciones del paisaje de todo tipo para denominar a la Virgen (Virgen de los Llanos en Albacete, Virgen de la Arrixaca –barrio de la ciudad–, en Murcia) y Lorca no hubo de ser una excepción en este sentido. Que el emplazamiento originario fuese el lugar que hoy ocupa el santuario desde el siglo XIII, momento de la conquista cristiana, aún no ha podido ser demostrado, pues los restos más antiguos sólo llegan hasta el siglo XV.
A falta de futuros descubrimientos e investigaciones, en algunas cosas no podemos ir más allá de la hipótesis, y la historia y la leyenda aún se entremezclan entre los oscuros entresijos del pasado.
Redacción: Diego Antonio Reinaldos Miñarro. Periódico El Lorquino