Historia y patrimonio
John Bonham y la batería más ruidosa de Inglaterra
Era un 25 de septiembre de 1980, hace 35 años, cuando a un hombre, al que sus amigos llamaban Bonzo, tomó la brillante idea de tomarse unos cuarenta chupitos de vodka, todo eso en menos de doce horas. ¿El resultado? Pues es de imaginar; aspiración del vomito y muerte.
No era ni el primero ni sería el último (Sin ir más lejos, Bon Scott, cantante de AC/DC, corrió una suerte parecida tan sólo unos meses antes, aunque por un coma etílico), pero la diferencia con otros, es que John Bonham era el batería de una de las bandas de rock más famosas de todos los tiempos: Led Zeppelin. He de decir que es una de mis bandas predilectas, y debo confesar que la primera vez que los escuché, hace muchos años, no me gustaron; pero todo fue ir cogiéndoles el truquillo (como se suele decir).
No son el típico grupo que cuando escuchas una canción, las demás te suenan a lo mismo. Cada tema de los Zeppelin es un mundo aparte (No es fácil cogerles), donde se fundieron las bases del blues y el rock de los 60 y fueron formando los cimientos del llamado hard rock, o incluso el heavy, tomando temas diversos, muchos centrados en la mitología nórdica (como en la canción Inmigrant Song) o hasta en la obra de Tolkien.
El misticismo y la magia negra siempre rodearon al grupo. Muchos decían que en la magnífica e inolvidable Stairway to heaven había letras satánicas subliminales (una auténtica sandez que sobrevoló por algunos de los más famosos temas de varios grupos de aquella época). Aunque sí es cierta la admiración de Jimmy Page por el ocultista Aleister Crowley, tanto que hasta compró su mansión a orillas del lago Ness. John Bonham (Redditch, Inglaterra, 31 de mayo de 1948) fue famoso por una cosa, y era por ser el baterista más ruidoso de toda Inglaterra. Ese título lo obtuvo durante la época en que militó en distintas formaciones, incluido The Yardbirds, que sería el germen de Led Zeppelin.
Se dejó a un lado las florituras propias del blues y el jazz y optó por una batería más sencilla pero efectiva que pronto empezó a ser reconocida y más tarde sería una clara influencia para las generaciones venideras. Su muerte el 25 de septiembre de 1980 supuso el fin inmediato de la banda. Los demás miembros se negaron a continuar sin él y mandaron un comunicado con la triste noticia para todos los millones de fans. No obstante, fue destacable que en una carrera de unos doce años surgieran nueve grandes discos y un directo.
Aunque el último álbum, Coda, salió en el 82, dos años después de la muerte del batería, debido a que el grupo tenía un contrato que les obligaba a sacar al menos otro disco, y al no querer tocar con otro batería, decidieron sacar a la luz viejos temas olvidados que no entraron en otros álbumes. Cabe destacar el segundo disco, Led Zeppelin II, donde aparece la famosa Whole lotta love o Heartbreaker, y el cuarto álbum, que no tiene nombre (aunque suele ser nombrado como Led Zeppelin IV), sino que tiene cuatro símbolos que representan a cada uno de los integrantes del grupo. Es donde encontramos la mayoría de sus clásicos: Black Dog, Rock and roll o la citada Stairway to heaven.
Aunque hay que decir que todos ellos son reseñables y están llenos de temas que uno jamás espera encontrar. Se cumplen 35 años del fallecimiento de uno de los mejores baterías de la historia, y aunque hay que decir que le pasó por burro, no se puede negar la pena que supuso el fin de que un grupo como los Zeppelin, continuara sacando discos y encandilándonos con el misterio, el misticismo y la magia que siempre les han rodeado.
Fernando Cabrera. Periódico El Lorquino.