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LA HAZAÑA DE LOS CUARENTA LORQUINOS.

Historia y patrimonio

LA HAZAÑA DE LOS CUARENTA LORQUINOS.

En homenaje al historiador lorquino José Luis Alonso Viñegla, fallecido con tan solo 58 años por una grave enfermedad en el año 2012. AVISO LEGAL: El relato que se reproduce a continuación se encuentra bajo derechos reservados de Copyright del autor, y bajo la autorización expresa de la familia del escritor de ser reproducidos en esta web de Periódico El Lorquino. Por lo tanto queda prohibida cualquier otra copia sin dicha autorización. 

EL EPISODIO DE LA NOVIA DE SERÓN – LA HAZAÑA DE LOS CUARENTA LORQUINOS – de José Luis Alonso Viñegla 

Batalla de la Novia de Serón: historia o leyenda

Cuadro del pintor Miguel Muñoz de Córdoba, del episodio de la Novia de Serón, que se conserva en la Sala de Cabildos del Ayuntamiento de Lorca.

Encabalgose el escribano los lentes, y coligió datos, adoptando un aire profesional y metódico:
– Veamos. Sabéis que estamos estudiando el expediente de hidalguía solicitado por los descendientes de Tomás Morata, relacionado con la fábula que rodea a este personaje, y otros de la ciudad, sobre una cabalgada realizada en lasinmediaciones de Serón, en tierra de moros. En estos pliegos vos figuráis como testigo. ¿Qué relación guardáis con estos caballeros?


– Uno de estos guerreros era mi padre: Hernán Matheos de Morata


– ¿Que os une con esta familia tan nombrada en Lorca?


– Todo el mundo sabe que somos parientes. Sepa Señor, que yo tenía 18 años cuando fui a recibir a mi padre y a los 39 lorquinos que le acompañaban, al molino de Gómez Suárez, en la rambla Bermeja, en las cercanías del Molino de la Mina. Mi padre era primo de Tomás y Martin Morata, y amigo de Diego López de Guevara, Andrés Navarro, y de Pedro de Álava.


– ¿Y qué pasó?


– Pues que entre todos acordaron hacer una corredura secreta por las tierras de Overa y de Vélez. La idea surgió mientras paseaban a orillas del rio Guadalentín, por los parajes de la ermita de San Miguel.


El escribano del Concejo de Lorca, Gonzalo Giner, frunció el entrecejo, y preguntó:

– Vos, Juan Matheos, sabéis que por aquel año de 1478, las descubiertas con el moro estaban prohibidas, después del desastre de Aljezas, un descalabro mayúsculo, pues los caballeros que huían de los musulmanes, buscaron la salvación en las murallas de Lorca, y no esperaron a que se abrieran las puertas, y en su desesperación instaron a los caballos a saltar las almenas, dejándose los animales las barrigas en los picos de las defensas muradas.


– Así es, Señor, mi padre y los suyos estaban deseosos de vengar la afrenta.
– Ya conozco esa historia de rebeldes.


– No se equivoque Vuesa Merced, la sangre derramada de los castellanos demandaba justicia,

Suspiró el enviado del Corregidor de Murcia :


– Y decidieron hacer la guerra por su cuenta.


– ¿A vos no os place?


– Continuad, le ruego la bondad.

– Se reunieron en la rambla de Nogalte, a tres leguas de Lorca, tomaron caballos, lanzas, picas, adargas, espadas, arcos y flechas, y se lanzaron a la aventura, sin peones ni servidores. Al amanecer llegaron a las puertas del castillo de Serón, y se emboscaron en la arboleda de Fuencaliente, a 13 leguas de Lorca.
Carraspeó furioso el escribiente:


– ¡Aquello fue una temeridad, y un acto de desacato, salir a la guerra sin el permiso del Rey!


– El pueblo no lo piensa así, Señor.


– ¡ Ya sé, ya sé, desde que vine de Burgos no he oído otra cosa, el pueblo adora a estos cabalgadores, no acata más ley que la de la Caballería!. ¿Qué normas son esas que desafían la voluntad real?


– Señor escribano, la ley del honor…
Se encogió de hombros encolerizado el servidor de La Corona:


– Proseguid, este diálogo de sordos me pone nervioso, este expediente no acabará nunca.


– Señor, vuestro problema es no entender a un pueblo.

Bufó tras su pluma y sus tinteros el emisario del Emperador Don Carlos I de Austria, nieto de Los Reyes Católicos.


– ¿Un pueblo que se rige por sus propias normas, que pensáis que sois?
Juan Matheos respiró por la herida:


– La honra de Castilla. El freno durante 400 años de los moros. La salvaguarda de la civilización cristiana. ¿Os parece poco mérito?


– Yo estoy para cumplir la ley. 
La figura de Juan Matheos se engrandeció:


– Adelante…


– Vos sabéis que la alcazaba de Serón era el mejor de los baluartes nazaritas, controlaba los caminos de Vera a Granada, y que había tropas preparadas para el combate en la ciudad de Baza y Guadix. La ruta de Rio Fardes, Gor, Alhama de Granada, Baúl, Caniles, Serón, Almanzora, Purchena, Cantoria, Vera, Mojacar, Lubrin, y Almería.


– Ya veis, Señor, supieron hurtarse a su vigilancia, y al cabo de varios días vieron venir una comitiva, integrada por doce arráeces vestidos muy ricamente , y armados con alfanjes y lanzas, que daban escolta a una hermosa y joven hurí de cabellos azabache y rizado, ojos garzos, piel suave trigal, espléndidamente ataviada con túnica de seda plateada, y mantos de terciopelo recamados en hilo de oro, aderezado el rostro con zarcillos de perlas, y los dedos de las manos con sortijas de pedrería, y que montaba en una mula torda enjaezada a la usanza nazarita. Era la hija del Rai,s de Serón, que iba a desposarse con el Alcaide de Baza, matrimonio que habían concertado estas gentes principales del Emir Boaddil de Granada.


– El escribano, judío, y mal encarado, le animó a proseguir su relato en busca de una falta:


– Prosiga Vuesa Merced.


– Sabed, que esto es lo que se dice, y que yo escuché de labios de mi padre. Los de Lorca arremetieron con bríos a los de Serón, que se vieron sorprendidos por la rápida y tempestuosa acción de los lorquinos, cayendo en la celada todos, menos un morico que huyó a galope para dar noticia de la asomada cristiana a la familia de la novia, que ajena a los hechos ya se preparaba para asistir al festejo.
Los ojillos grises de Gonzalo Giner se aceraron, su nariz se tornó más ganchuda debido a la ira que le atenazaba, sus cabellos blancos perlaban de sudor, pero su voz surgió meliflua:


– ¿Queréis decir que secuestraron a la hija del Rai,s de Serón ?


– Señor, esa no era la intención, sino la de la corredura para vengar la afrenta de Aljezas, pero la reacción no se hizo esperar, y de la atalaya más alta de Serón salieron dando alaridos de guerra doscientos jinetes zanatas al frente de su adalid que portaba un estandarte de tafetán verde con una media luna roja bordada en el centro, y una inscripción : wa le galiba illa Allah, que en castellano significa : “ Solo Dios es Vencedor”, la proclama del fundador del reino de Granada, el Emir Alhamar. Ante esta situación, los de Lorca degollaron a los cautivos moros, para evitar que se sumaran a la pelea, y luego resistieron el asedio hasta que los mahometanos los empujaron hasta un collado, donde los musulmanes no quisieron subir por temor a una nueva avalancha de los nuestros. Y llegó la hora de los parlamentos, para evitar más derramamiento de sangre . El capitán de los de Lorca, Diego López de Guevara, les dio el alto.
Detuvieron sus cabalgaduras, y el Caíd preguntó:


-¿De dónde sois?
Todos contestaron al unísono:


-¡De Lorca, por Lorca ¡


– ¡Tenéis a una dama en vuestro poder, la habéis cautivado y deshonrado su linaje ¡
Diego López de Guevara le replicó:

cabezada de la mula que, en parte, se conserva en el Museo Arqueológico Nacional

Esta es la cabezada de la mula que, en parte, se conserva en el Museo Arqueológico Nacional. | ARCHIVO MUNICIPAL

-¡No es de buenos caballeros dar cautiverio a las damas, pero si eso pensáis de nos, venid a buscarla!
Los fieros seguidores del Profeta Mahoma tuvieron que salir de sus marcas y plantar batalla. El Caíd islamita se lanzó con la pica en ristre contra Tomás de Morata, que a poco estuvo a punto de morir ensartado por el hierro de una pica de dos varas y media de larga, pero girándose alanceó al aljerife en el costado derecho, arrojándolo al suelo envuelto en un charco de sangre que empapó la hierba de la montaña, dejando a los sunnitas atemorizados y confusos. Los lorquinos aprovecharon el desconcierto para destrozar las líneas enemigas matando a más de veinte morabitum, provocándoles gran pavor. Solo unos pocos escaparon de la matanza, y volvieron a Serón para volver con nuevos refuerzos.


Los cuarenta caballeros de la Ciudad del Sol se reagruparon en un ribazo. Y la dama que se creía cautiva comenzó a llorar amargamente.


Tomás de Morata reunió a los guerreros y les dijo:
-Devolvamos a esta mora, caballeros, que no es de gran valor y honor este presente para nuestra honra ni la de ella.
Juan Matheos le aclaró al bisojo escribiente el final de la historia.


-Abandonaron todos el ribazo y bajaron a la cañada, y Tomás de Morata cogió la mula por el freno, con la muchacha montada sobre los ijares, y se dirigieron a pecho descubierto hacía sus adversarios, y la entregaron a los suyos, libre y honrada.


El funcionario del Concejo no tuvo más remedio que vencer su resistencia inicial:


-Un bello gesto… ¿y cómo acabó la historia ?


-Los moros quedaron sorprendidos ante gesto tan noble y caballeresco, sabedores de los usos de la guerra en la frontera, y de sus costumbres, que no son más que romper la doncellez de las cautivas en acciones de saqueo y pillaje. Por eso quedaron quietos, al ver que los lorquinos les hacían señas para que se acercaran y no temieran por sus vidas. La novia, agradecida, regaló a Diego López de Guevara la afiligranada cabezada de la mula que montaba, de tela azul celeste primorosamente tejida, con cuatro grandes borlas, pasadores y rosetas de dibujos moriscos, en el que destacaban escudetes terminados en punta, cruzados por banda diagonal. Un trabajo artístico de una elegancia notable. Le entregó la mora también un aderezo de oro y piedras preciosas que colgaba de su pecho.


-¿Y bien, Señor Matheos?


-Los moros desistieron volver al ataque, temerosos de una nueva embestida, y recogieron a la muchacha y volvieron al castillo de Serón para devolverla a su padre, que cuando se enteró de la noticia juró amistad con Lorca. Después los caballeros realizaron cabalgadas a lo largo del cauce del rio Almanzora, haciendo un magnífico botín de caballos y ganado, y regresaron a Lorca siguiendo las ramblas hasta entrar en la ciudad por las riberas del rio Guadalentín, a los ocho días de su peregrinaje. Allí, en la rambla Bermeja vi a mi padre, que venía jubiloso por el éxito alcanzado en botín y honores, vitoreado por el pueblo, así como los demás, pues la noticia se había extendido y el secreto no se pudo guardar, para evitar la acción de la justicia y la cólera del Rey de Castilla.

– ¿Podéis demostrar todo esto que decís?


-Señor escribano, mi familia guarda esa cabezada. Diego López de Guevara se la regaló a mi padre, con el encargo de que la conservara, y que a su muerte la donara a un miembro de nuestra familia, con la misión de explicar a las generaciones venideras la historia que les dio fama. Yo soy ahora su depositario. La conservo en un baúl cerrado con siete llaves.

-¡Id con Dios, Nuestro Señor Jesucristo, Don Juan Matheos de San Pedro , todo quedará recogido en este expediente que habéis solicitado ¡

Cuando Juan Matheos de San Pedro, hubo abandonado la estancia del Concejo, el escribano, firmó los legajos, y le puso la fecha: Lorca, 18 de Marzo de 1555.

José Luis Alonso Viñegla.- El Manuscrito Olvidado. Edit. Álamo. Págs. 151-159. Lorca 2006.

Redacción de Periódico EL LORQUINO Noticias.

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