Historia y patrimonio
LA LEYENDA DE LOS CABALLOS DE LORCA
En homenaje al historiador lorquino José Luis Alonso Viñegla, fallecido con tan solo 58 años por una grave enfermedad en el año 2012. AVISO LEGAL: El relato que se reproduce a continuación se encuentra bajo derechos reservados de Copyright del autor, y bajo la autorización expresa de la familia del escritor de ser reproducidos en esta web de Periódico El Lorquino. Por lo tanto queda prohibida cualquier otra copia sin dicha autorización.
En los tiempos del Rey Don Juan de Castila y de León, aquel que hizo a la villa de Lorca ciudad noble , concediéndole los fueros propios, vivía un cristiano viejo de nombre Pedro Ramírez, que era mayoral de las heredades y ganados del alcaide del alcázar, el caballero Martín Hernández Piñero, que habitaba con su familia en el arrabal de Los Albaricos, junto a la judería de San Lázaro.
Un día de estío después del mediodía, un hijo de Pedro Ramírez, de nombre Juanico, un muchacho de trece años, salió de su casa a pastar con su yegua rucia, junto con otros muchachos de su edad, que también conducían caballos, yeguas y potrancas. Atravesaron los zagales la Puerta del Postigo, y por el camino de Andalucía que va a la ciudad moruna de Vera tomaron ruta hasta la Torre del Pozo distante una legua y media de Lorca, y allí en aquellos campos, en los rastrojos del los trigales recién segados, los muchachos pusieron sus bestias a pastar, a las que trabaron por los ronzales. Aprovechando para guarecerse del calor se pusieron a la sombra de los olmos que daban sombra alrededor de la fuente, y se entregaron a la siesta, sin percatarse de la aparición de una partida de moros de Vera, que habían salido a robar ganados y cautivar cristianos en el término de la frontera del reino de Murcia, como era costumbre por andalusíes y castellanos en tiempos de guerra y también en las treguas cuando no eran respetadas.
Los de la frontera eran peones armados con picas y adargas , y cayeron sorpresivamente sobre los pastores y sus bestias, y los que pudieron huyeron y se acogieron a la seguridad de La Torre del Pozo y cerraron la puerta y la barrenaron.
Quedó solo en el campo el hijo de Pedro Ramírez que acudió a tomar su yegua, pero los moros, que eran más de una docena, lo cercaron y lo cogieron cautivo, y lo ataron con cuerdas sobre su cabalgadura.
Los de Vera soltaron de sus trabas y guindaletas al resto de la manada, y cabalgaron todos, que ninguno quedó peón, y tomaron la vuelta hacia sus territorios, con el cautivo delante montado sobre su yegua ,atados los brazos a la espalda.
Cuando la comitiva llevaba un buen trecho hecho, Juanico, con las rodillas y las piernas guió a su yegua por fuera del camino y obligó al animal a que volviera la cabeza a la parte de Lorca.
La jaca que conocía los modos de su amo le obedeció en todo momento, iniciando un trote ligero, y luego al oír las voces y los gritos del muchacho, entendió la orden de la galopada, y esta partió presurosa hacia tierra de cristianos.
Los moros no sabían que la yegua que montaba el zagal era la madre de toda la recua, y los animales tornaron tras la querencia de la yegua vieja de Ramírez. Y antes de que los ladrones se dieran cuenta del ardid, toda la cabalgada tornó derecha a la villa, no pudiendo los raptores frenar a los caballos por solo llevar ronzales, ni bajarse en plena galopada por temor a quedar malparados y heridos, y uno que lo hizo quedó en el campo perniquebrado.
El muchachico azuzaba a su yegua que corría como el viento, y los potros y potrancas igual corrían en pos de la guía de la manada , y en poco tiempo se acercaron a las puertas de las murallas de Lorca, por la parte de Nogalte.
Galopaba delante el zagalico en su yegua rucia, y le seguían en pos todas las demás bestias que montaban los salteadores, que estando a merced de los animales y viéndose perdidos hacían señas a Ramírez para que parara la veloz carrera.
Y de esta guisa llegaron a Lorca, y los defensores de las puertas fueron obligados a salir al encuentro, secundados por muchos caballeros , los que al darse razón por las señas que hacía el muchacho, de que los moros le seguían no por su voluntad, sino forzados por sus cabalgaduras, a las que no podían sofrenar por solo llevar ronzales, les acometieron y cercaron, y como el muchacho se paró con su yegua, las demás bestias cortaron su correr, y los moros fueron presos, y cautivos encerrados en la fortaleza de la Torre Alfonsina de Lorca.
Y de esta manera, el hijo de Pedro Ramírez, cautivó a los moros salteadores, lo que fue muy celebrado por toda la ciudad y los pueblos de la comarca.
Y después, el Alcaide mandó pintar en una tabla la hazaña del astuto muchacho contra los musulmanes robadores, y por ser el día que tal sucedió víspera del día del Señor Santiago, patrón y defensor de España, se puso la pintura junto a su altar, en la iglesia de su parroquia, y las gentes todas se hacían lenguas de la proeza del Muchacho de Lorca, hasta hoy.
E amanuense da fe de la historia:
La historia aconteció hace sesenta años cumplidos, y se escribe ahora para el noble caballero virtuoso Mosen Julio Cabrero, Corregidor y Justicia Mayor de la Ciudad del Sol.
Y firma el documento:
Yo Alfonso García de Alcaraz, Escribano de Cámara de sus Altezas y Notario Público de esta ciudad lo hice escribir. – Alfon Grass sno (rúbrica)
Gonzalo Correas, catedrático en Salamanca de caldeo, hebreo y griego, en el siglo XVII, cita este suceso en su obra: “Vocabulario de refranes y frases provérbiales “, en la página 106:
“ El muchacho de Lorca, o el muchachito de Lorca, o el niño de Lorca, y fue la historia que un muchacho guardaba unas yeguas, llegaron moros e hicieron presa de él y de ellas; era cuando los había en Granada .El muchacho se fingió enfermo y de poco saber; dijo que le subieses en una yegua vieja ,que era madre y guía, y le atasen los pies por debajo, y ellos subiesen en las otras; cuando vio que todos estaban a caballo, y que podía correr, picó para Lorca, su lugar, y luego las otras yeguas corrieron tras la madre, llegó el mozo en salvo y algunos moros tras él, por no se matar cayendo; otros se echaron de las yeguas y se descalabraron o perniquearon, y fueron presos y cautivos”
Fernando Hermosito y Parrilla, poeta y escritor murciano del siglo XVIIII, cita el caso del muchacho de Lorca, en un manuscrito inédito, “ Apuntes Históricos del Reino de Murcia “, en el tomo IX de la colección de escritos de Vargas Ponce, que figura en la biblioteca de la Real Academia de la Historia :
“Que estando unos muchachos apacentando unas yeguas en el paraje que llaman Torre del Pozo, del término de Lorca, les asaltaron unos moros, viéndose obligados los muchachos a huir, menos uno que por descuido a atrevido se quedó, siendo apresado con las yeguas.
El rapaz, sin turbación alguna, les dijo que fuesen subiendo en ellas para caminar más cómodamente; hiciéronlo así, montando él en la más vieja y madre de todas, y cuando estuvieron montados echó delante y avivando al animal lo guió por atajos peñascosos, y como su yegua corría a más no poder, seguían las otras la misma marcha y de esta manera se entró con ellas en Lorca, con algunos moros que por no estrellarse, temerosos y firmes se mantenían montados, excepto uno que quiso bajarse y del golpe que recibió no quedó para contarlo. Cuando en la ciudad se vio entrar con tal intrepidez tan inesperada cabalgata no sabían a que atribuirlo, hasta que el arrojado zagal refirió el caso; quedaron cautivos los moros, se celebró el caso por bastante tiempo, se mandó pintar el suceso, olvidándose lo principal, o sea de escribir el nombre del chico, quedando aplaudida tal acción con el nombre del Muchacho de Lorca “
Francisco Cáceres Pla, escribió en el año de 1.902 (Siglo XX) un libro titulado:”Lorca “, y en la pagina Nº 224, hace referencia al suceso:
“Más pillo que Ramírez el de Lorca”
Y se pregunta por el significado de este dicho popular:
“En muchos pueblos de Andalucía es bastante repetida esta frase, cuya significación ignoramos a pesar de las pesquisas que hemos hechos en varias ocasiones “
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, los poetas y literatos de Lorca realizaban tertulia en los bajos de la sala capitular de la Colegiata de San Patricio, en La Plaza Mayor, ahora Plaza de España, y allí ofrecían a los asistentes los frutos de sus composiciones literarias, unas veces satíricas, otras burlonas, algunas dogmáticas, los sermones de los canónigos, críticas políticas, dichos y sucesos procaces o escatológicos que se propagaban por toda la ciudad en ejemplares manuscritos por escribanos y notarios, que siempre iban firmados por el seudónimo, Juan CarambeL.
El pueblo comenzó a llamar a los libelos, “carambeles “, y eran esperados con avidez por la población que los leía con fruición y regocijo, siendo difundidos en voz alta en las reuniones donde los curiosos era analfabetos.
Uno de estos “carambeles” es el romance “El Muchacho de Lorca”, fechado en 1.817.
José Luis Alonso Viñegla. Periódico El Lorquino.