Cartagena
Un accidente nuclear ocultado por el franquismo afecta a una pedanía de Cartagena
Este suceso ocurrido hace cinco décadas en Madrid les interesará sobre todo a los estudiantes que acuden todos los días a la Ciudad Universitaria a sus clases y, aunque, no es no es un dato para alarmarse, resulta una efeméride que está bien saber para todos aquellos que pisan diariamente su suelo. Un accidente que dio paso a una de las catástrofes nucleares más graves de la historia reciente de España.
Este accidente nuclear se produjo en 1970, debido una gravísima negligencia de los técnicos del Centro Nacional de Energía Nuclear Juan Vigón. Y no fue baladí: aquel incidente provocó un grave vertido radiactivo en el Manzanares que afectó a los cauces del río Jarama, el río Tajo e, incluso, pudo llegar hasta Lisboa. Un suceso que la dictadura de Franco intentó ocultar a toda costa y que no se hizo público hasta más de 20 años después -a mediados de los noventa-.
Con el paso del tiempo, las consecuencias de aquel accidente no han desaparecido. De hecho, el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), publicó en un comunicado los puntos que a día de hoy en España todavía son radiactivos: entre los que se encuentra el anteriormente citado, la pedanía de Palomares, las Marismas de Mendaña, estuario del río Tinto en Huelva, paraje de El Hondón (Cartagena, Murcia) y embalse del río Ebro (Flix, Tarragona).
Una grave negligencia nuclear tapada por el régimen franquista
La historia del escape radiactivo en el río Manzanares se contextualiza el 7 de noviembre de 1970 en el Centro Nacional de Energía Nuclear Juan Vigón. Su inauguración se produjo en 1958 y contó con la presencia del dictador Francisco Franco, que no ocultaba su afán de formar a los técnicos para trabajar en las diferentes centrales nucleares que construiría el régimen a lo largo y ancho de España. Desde 1968, el centro contaba con el reactor nuclear Coral-1, proporcionado por Estados Unidos para las prácticas de todos los técnicos. Sin embargo, en una operación rutinaria de trasvase de desechos radiactivos desde el tanque de la planta del reactor a un depósito en una planta anexa para su procesamiento, se produjo el desastre.
En esos desechos radiactivos se encontraba Estroncio-90, Cesio-137, Rutenio-106 y partículas de plutonio que se escaparon a través de la filtración a través de una válvula abierta. Ese resquicio apunta directamente hacia el alcantarillado urbano, en esa operación de trasvase. Este escape duró más de cinco minutos ante que los técnicos que allí se encontraban se dieran cuenta. Sin embargo ya era tarde, porque se habían vertido miles de litros en el Manzanares.
Del río Manzanares al Tajo
Lo peor de aquel accidente es que las riberas del río Manzanares estaban pobladas por cientos de huertas que aprovisionaban a Madrid de verduras y hortalizas. Sin embargo, el régimen en ningún momento avisó a sus dueños del peligroso vertido que asolaba el cauce del río. De hecho, no se pusieron manos a la obra con este tema hasta pasado el fin de semana (9 de noviembre). Sin embargo, ya era demasiado tarde para reaccionar, dado que la contaminación del vertido nuclear ya había afectado a los ríos Jarama, Tajo y sus zonas de regadío.
Los técnicos enviados por el régimen franquista realizaron muestreos de todos los campos de cultivo afectados de una manera espaciada; es decir, ejecutados con un procedimiento puntual para no levantar ningún tipo de sospecha entre los lugareños. Lo más grave de este asunto es que a principios de 1971, la comisión de Seguridad del JEN, advirtió e insistió la prohibición del «consumo de los vegetales que crezcan en las parcelas contaminadas» y, además, pidió «impedir el riego con agua de los canales y ríos que contengan agua o fangos contaminados». Sin embargo, estos mandatos nunca se llegaron a activar y ni siquiera avisar a los dueños de las huertas y consumidores. La primera vez que se publicó este informe fue periódico El País en 1994.
En la actualidad, no implicaría ningún riego para la salud
En la época del vertido radiactivo la prensa trató de acallar y tranquilizar a los hortelanos y lugareños. Desde el régimen se enviaban periódicamente visitas de técnicos que compraban o incautaban las cosechas con excusas como por ejemplo que «trabajaban en un nuevo pienso» o que se había producido un «vertido de gasoil«, según testigos de aquellos años. La realidad era bien distinta. En las inmediaciones de Toledo se detectaron unas dosis de radiactividad hasta 10.000 veces superiores a las permitidas; e, incluso, en Aranjuez se elevó a 75.000 veces más altas. Sin embargo, la gente siguió consumiendo verduras y hortalizas.
En el último informe del CSN da como resultado que las conocidas Banquetas del Jarama, en los márgenes del Canal Real del río, aún contiene restos de Estroncio-90 y Cesio-137 a niveles que no tienen peligro para las personas. Además, el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT) dicta que la radiación en Ciudad Universitaria no es un riesgo para la salud, a pesar de ser superior a la normal.
EN CARTAGENA.
Una de ellas es el paraje de El Hondón, en Cartagena, un área de más de cien hectáreas que en el pasado acogió las instalaciones industriales de varias empresas de fertilizantes y donde hoy persiste la presencia de uranio-238.
Para Ángel Faz, experto en recuperación de suelos de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPTC) la noticia no ha sido ninguna sorpresa. Como director del grupo de investigación Gestión, Aprovechamiento y Recuperación de Suelos y Aguas (GARSA), este ingeniero lleva desde comienzos de siglo estudiando la concentración de metales pesados en El Hondón y ofreciendo soluciones con, hasta el momento, escasa fortuna. En estos años, los investigadores han podido presenciar cómo se daba incluso luz verde a la construcción de miles de viviendas en El Hondón sin haber realizado las correspondientes tareas de descontaminación.
«Conozco muy bien la zona, así como las dos parcelas que están limítrofes», indica Faz a Teknautas, «aunque a nivel de administración son muy diferentes porque no contienen fosfoyesos», que es el material señalado como radiactivo por el consejo. «Ahí hay un salpicado de zonas sin contaminar y otras contaminadas, pero con todo tipo de residuos, muchos de ellos como arsénico, cadmio o plomo no dependen del CSN». Faz comenzó a investigar El Hondón hace más de 15 años, en 2001, «básicamente porque la Politécnica de Cartagena se fundó ese año», y desde entonces ha realizado allí múltiples estudios y trabajos de campo.
Uno de los primeros trabajos sobre la contaminación en la zona apareció en 2001, lo hizo un compañero suyo. A partir de ahí, la situación en El Hondón se denunció desde la UPCT, desde las asociaciones de vecinos y también lo hizo el Defensor del Pueblo en múltiples ocasiones, la última de ellas el día de ayer en una respuesta al presidente de la asociación de vecinos del Sector Estación (la zona de la ciudad más próxima a El Hondón) donde expresa la «falta de respuesta a este último requerimiento, expresiva de falta de colaboración de la Administración para cumplir el deber legal», escribía Francisco Fernández Marugán.
Ahora, el anuncio del CSN ha provocado por fin un movimiento de piezas.
El material radiactivo se encuentra en unos depósitos de lodos de fosfatos (de 108 hectáreas según el CSN y 113 según los estudios de Faz) que se acumularon en la zona como consecuencia de la fabricación de fertilizantes. Ercros no fue la única compañía involucrada en El Hondón y alrededores, también estaban Zinsa (acrónimo de Española del Zinc), Potasas y Derivados o Peñarroya España, que cerró en 1992 la última fundición de plomo de España.
«Toda aquella pirita se utilizaba para atacar la roca fosfórica, ese es el fundamento de la formación de los fosfoyesos», explica Faz. Al producirse esta disolución, los componentes radiactivos presentes en la roca se fraccionan y son liberados en forma de isótopos. Además de uranio-238, el trabajo del GARSA mostraba también niveles (mucho menores) de otros isótopos radiactivos como el potasio-40 o el torio-232.
Y además de los residuos que emiten radiación, Faz y su grupo hallaron también que los contenidos de cobre, arsénico, cadmio o zinc en El Hondón «superan los niveles máximos permitidos para su almacenamiento en vertederos de residuos no peligrosos».
La actividad de estas empresas tuvo su apogeo hace décadas y, con el cambio de siglo, comenzaron a cerrar una tras otra. Una de las últimas en ser demolidas fue la fábrica de Zinsa, en el año 2008. Desde entonces se ha producido un tejemaneje de compraventa de terrenos, promesas de urbanización y demandas. La propiedad de estas hectáreas, que nunca fueron descontaminados, pasó de mano en mano hasta acabar en el Sareb tras la suspensión de pagos de la promotora inmobiliaria Quorum. Finalmente, en junio de 2018, el Ayuntamiento de Cartagena se hizo con la mayor parte de los terrenos —cruciales para la llegada del AVE a la ciudad— para crear viviendas y zonas verdes.
«Hubo una época, cuando las vacas gordas, en que se pensó en un gran proyecto urbanístico que llevaba implícito la descontaminación«, explica Faz, «había un plan que suponía llevar todos esos residuos a un vertedero que tampoco se autorizó, por lo que se hizo inviable».
¿Peligro para la población?
La zona está, literalmente, a las puertas de Cartagena. Las tareas de descontaminación dependen del uso que se vaya a dar a estas cien hectáreas. Para el CSN, el riesgo para la salud de la población circundante «no es significativo», a no ser, claro, que el suelo sea removido. Por ello, Faz y su grupo sugirieron el año pasado que la mejor opción construir un parque sobre los terrenos más radiológicamente sensibles de El Hondón.
«La parte de la parcela más limpia se podría aprovechar para uso residencial, pero los fosfoyesos, cuanto menos los muevas, mejor«, sentencia.
El consejo sí que recomendó en su momento al Ayuntamiento de Cartagena vallar la zona adecuadamente para reducir los riesgos de exposición. Pese a que el consistorio cartagenero introdujo una partida en 2017 exclusivamente para esta tarea, a día de hoy el terreno sigue abierto y sin ningún tipo de control.
Sin embargo, el anuncio del CSN ayer ha provocado que la alcaldesa, Ana Belén Castejón, haya reaccionado: «Cartagena vallará los terrenos de El Hondón tan pronto tenga el permiso de la Dirección General de Medio Ambiente», ha declarado a Europa Press.
Uranio-238 y más
El 9 de octubre de 2017, el grupo de investigación que dirige Faz presentó el informe más detallado hasta la fecha sobre la concentración de metales y metaloides en El Hondón. Cinco sondeos mecánicos, 200 muestras del suelo hasta tres metros de profundidad, 87 muestras superficiales y, por supuesto, un análisis radiológico que mostró el verdadero riesgo para la población que presentaba la zona.
«La alarma es que emiten radiación pero el problema de los fosfoyesos es el que es, se han empleado de toda la vida en agricultura«, matiza el investigador. «Si pusieras los fosfoyesos que hay aquí en la sierra de Madrid, la radiación de fondo de la sierra sería más alta: estamos en una zona donde el foco natural de radiación es bajo, o sea, que esto no es una bomba de hidrógeno«.
Emiten radiación pero el problema de los fosfoyesos es el que es, se han empleado de toda la vida en agricultura
El consistorio cartagenero encargó al propio Faz un anteproyecto para la rehabilitación del espacio, reforzado tras el anuncio del CSN. Así, los materiales más contaminantes serán encapsulados o confinados bajo una pista deportiva. «Es que levantar eso sería tela», resume, «camiones y camiones de material rumbo a un vertedero que aún no hay».