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Se cumplen 130 años de la inauguración de la Plaza de Toros de Lorca

Redacción: Diego Reinaldos para Periódico El Lorquino

Historia y patrimonio

Se cumplen 130 años de la inauguración de la Plaza de Toros de Lorca

Redacción: Diego Reinaldos para Periódico El Lorquino

Un 18 de enero de hace 130 años, la Sociedad Constructora y Propietaria de la Plaza de Toros, representada por José Abela y de la que formaban parte, entre otros, algunas personalidades de la sociedad local como Ramón Campos y a la que se uniría el afamado banquero Raimundo Ruano, quien venía persiguiendo el proyecto desde 1882, solicitaba a la corporación municipal, presidida por aquel entonces por D. Francisco de Paula Pelegrín Rodríguez, licencia para construir la citada plaza en “un trozo de tierra de su propiedad situado en la Diputación de Sutullena” con arreglo a los planos presentados de una obra que se ponía bajo la dirección del arquitecto provincial, el hellinero Justo Millán Espinosa, quien a la sazón había dirigido las obras de La Condomina, inaugurada cinco años antes.

A tenor de las noticias de la prensa, la ilusión en la ciudad era desbordante por un proyecto que se antojaba muy beneficioso para su tejido económico y social, y ya el acto de colocación de la primera piedra e inicio de las obras, previsto para el día 20, fue un día de regocijo y satisfacción, al ver iniciarse “la obra desde hace tantos años ansiada con ansias vehementísimas, la obra por la que suspiraban los hijos de este pueblo”.

Se consideraba entonces una “obra utilísima y conveniente en alto grado […], no solo […] para los intereses materiales de este vecindario, sino también para los intereses artísticos, pues con ella será mayor el número de forasteros que acudan a presenciar nuestras, no tan famosas como magníficas procesiones de Semana Santa”. Siempre la Semana Santa, centro neurálgico de la fiesta en la Ciudad del Sol, estimándose como imprescindibles las relaciones entre los empresarios de la plaza y los presidentes de los pasos Azul y Blanco. No en vano, las dos bandas de dichas cofradías animaban el cotarro por las calles desde primera hora de la mañana, así como en el espacio elegido para levantar el coliseo, que se había venido llenando de carruajes, donde se escuchaban pasodobles, y los populares himnos blanco (el tres) y azul (las caretas).

A las tres en punto de la tarde llegó el pleno municipal presidido por el alcalde don Francisco de Paula Pelegrín, y José Abela le ofreció, tras unas palabras contestadas con majeza por el primer edil, una piqueta de plata para señalar simbólicamente el centro del redondel, como acto del inicio oficial de las obras, que habían comenzado desde principios de año con el aplanamiento de los terrenos. Tras ello, la banda del Paso Blanco interpretó los acordes de la Marcha Real, cuyos arreglos musicales serían realizados en 1908 por el lorquino Bartolomé Pérez Casas. La empresa ofreció a continuación a munícipes y prensa lo que se calificó como un lunch en la casa contigua de D. Antonio Millana.
Tanto era el interés en la ciudad por el avance de las obras que, pese a que llegó a haber una huelga con manifestaciones incluidas de los trabajadores en febrero por intentar la empresa rebajarles los honorarios, se proporcionó todo lo necesario para que las obras estuviesen finalizadas en el sorprendente plazo de seis meses.

El gran arquitecto hellinero, Justo Millán, autor también de otras plazas de toros en Murcia (1887), Cieza (1889), Abarán (1891), París (1889) y Argel (1889), además de atribuírsele en la ciudad la cúpula del crucero de la iglesia de San Mateo, había recibido ya en 1882 el encargo de Raimundo Ruano para levantar el coliseo lorquino y todo parece indicar que al no prosperar el plan previsto para Lorca el proyecto fue trasladado a Murcia. El resultado final fue el de un recinto concebido en un estilo que se alejaba del casticismo, del neoclasicismo o del neomudéjar para apostar por el pragmatismo propio del eclecticismo. El propio Millán daba cuenta en la memoria de la construcción de algunas características del nuevo edificio: “La fachada exterior del edificio se halla sin decorar, pero por los resaltos, pilastras y demás disposición de la obra demuestra gran movimiento en la misma, y en su día se apreciará la variedad que existe entre este edificio y los demás de su género construidos hasta hoy”. Y añadía: “El perímetro de la plaza está formado por un polígono de ochenta lados […].

El edificio acusa cuatro pisos”, correspondientes a tendido, tendido alto, grada cubierta y palcos. Muy importante fue la combinación de materiales tradicionales, como la piedra y la madera, con otros novedosos como el hierro o el cinc: “La cubierta es de zinc con armadura de hierro y vertiendo las aguas al exterior. La altura total del edificio por el interior es de 18,50 m. El diámetro del redondel es de 53 m. y el total de 101 m. […]. Los asientos de barreras son sillones de hierro. Las gradas del tendido son de sillería blanca de Lorca. El palco de la presidencia está frente a las puertas del toril […]. La total capacidad es de 17500 localidades.” Dicha capacidad, claramente excesiva, se vería reducida durante la Guerra Civil a la actual de cerca de 10000 espectadores.

Los fastos de la inauguración, previstos en un principio para Pascua de Resurrección para hacer coincidir el evento con Semana Santa con el fin de atraer público, pretendiéndose celebrar también una feria agraria, aprovechando también la apertura de la línea férrea, y coincidiendo a su vez con la reinauguración del Teatro Guerra tras su reforma, tuvieron que esperar hasta el verano, concretamente para el 29 de junio, día de San Pedro.

EXPECTACIÓN EN LORCA

La ciudad se volcó con el acontecimiento y la jornada estuvo llena de celebraciones, acudiendo gente de todas partes gracias a la reciente inauguración el mismo año de la conexión por ferrocarril de los ramales de Alcantarilla- Lorca y de Lorca-Baza-Granada a través de un puente de hierro sobre el río Guadalentín y de la cercanía de la Estación de Sutullena, inaugurada tres años antes. Para la efeméride se eligieron seis nobles toros del duque de Veragua, ganadería de primera línea en la época, en un cartel compuesto por Rafael Molina “Lagartijo” y el sevillano pero de ascendencia lorquina Antonio Reverte, condición por la que el califa cordobés le cedió la lidia del primer toro de la nueva plaza, llena para la ocasión en una tarde de sofocante calor sólo mitigada por la arboleda de las cercanas alamedas.

El despeje de plaza lo realizó don Andrés Carvajal, que se desplazó desde Mazarrón con su yegua Sultana, muy admirada, y los toreros, sobre todo Reverte, fueron agasajados con regalos diversos por los prohombres y las mujeres bien situadas de la sociedad local, destacándose los regalos del banquero don Raimundo Ruano, que llegaría a participar en la propiedad y gestión de la plaza. Al día siguiente, con el cartel de casi completo, el propio Lagartijo y Rafael Guerra “Guerrita” lidiarían toros de Miura, cuatro nobles y dos “de mala sangre, de los miuras traidores”, según los cronistas.

Las dos corridas inaugurales, para las que se había arrendado el coso al Ayuntamiento a través de Eulogio Periago, fueron presididas por el alcalde Pelegrín, con gran éxito de público y gran beneficio para la ciudad: “En otro lugar publicaremos el resultado de los toros, porque el de los empresarios podemos adelantar que ha sido bueno por el siguiente telegrama que recibimos de nuestro director, Sr. Martínez Tornel, al escribir esta sección: “Las corridas de toros han traído un número inmenso de forasteros. Reina extraordinaria animación y Lorca presenta un aspecto alegre y brillante” (Diario de Murcia, 01-07-1892) y tres meses después, el 21 de septiembre, se inauguraba en la calle Corredera la sede de lo que se puede considerar el antecedente del Club Taurino de la ciudad: el llamado Círculo Taurino.

A lo largo de su historia, íntimamente ligada a la de la ciudad que la vio nacer, el llamado coso de Sutullena ha sido testigo de grandes acontecimientos, tanto taurinos como de índole cultural en general.
Así, la plaza presenció al año siguiente de su inauguración, a comienzos de abril de 1893, la fatal cogida bajo las astas de un toro de López Plata del célebre subalterno Antonio García “Morenito”, de la cuadrilla del también malogrado Manuel García “El

Espartero”, cogido también aquella tarde junto con el otro integrante del cartel, Enrique Vargas “Minuto”, en un festejo que estuvo a punto de suspenderse de no ser por la intervención del alcalde D. Eulogio Periago para que se pagara a los toreros. Sería la única cogida con fatales consecuencias en el histórico coso hasta la sufrida por el también banderillero almeriense Antonio Hernández Escudero, turronero de profesión, el 17 de marzo de 1935, quien actuaba esa tarde a las órdenes del novillero José Canet con novillos paradójicamente de la misma ganadería de la tarde de 1893.

Ha visto la plaza también a varios hijos suyos toreros, además del señalado Reverte, como los novilleros de principios del siglo XX Pablo Campoy, Antonio Llamas o José Hernández “Viseras”, a la sazón nacido en la vecina Huércal-Overa pero considerado lorquino. Algunos de ellos infortunados por fallecer debido a cogidas, como el llamado José Izquierdo “Lagartija”, los hermanos Mula –Oliverito y Oliverito Chico–, o el conocido como José Gázquez “Cara Ancha” a imitación del famoso diestro. No obstante, dan lustre a la ciudad especialmente los nombres de Pepín Jiménez, personalísimo torero homenajeado con una escultura a las puertas del coso en 1999 y Paco Ureña, alternativado en dicha plaza en 2006, y que está alcanzando altas cotas en la historia del toreo. No debemos olvidar a otros diestros como Domingo García “Dominguín”, convertido a posteriori en un gran subalterno y valiente rehiletero; Ramón Mateo “Morita”, que recibiera la alternativa en 1999 en el mismo ruedo; Ángel González “El Quillas”, quien hizo lo propio en 2003; o Miguel Ángel Moreno, que la recibió ya en una portátil en 2015. Dos alternativas ha visto la plaza de Sutullena además de las mencionadas, y son las del cordobés Cándido Fernández “Moni” (1908) y la de “José Zúñiga “Joselito de Colombia” (1953).

A lo largo de la historia taurina del coso destaca la participación de diestros como las figuras que tomaron parte en las corridas inaugurales, el mencionado Espartero, don Luis Mazzantini, “El Chico de la Blusa” (apelativo de Vicente Pastor), los célebres Algabeño y Gallito, “Cara Ancha”, los murcianos Lagartija o Gavira, el gran califa cordobés Rafael González “Machaquito”, con actuaciones muy frecuentes al pretender y acabar por casarse en Cartagena con una bella señorita de estirpe anglo- andaluza emparentada con lorquinos, Ángeles Clementson, testigo de cuya boda fue, entre otros, don Benito Pérez Galdós, llegando a existir en la ciudad un círculo cultural en su honor; el polifacético Ignacio Sánchez Mejías, miembro como es sabido de la generación del 27, quien se anunció al menos en dos ocasiones, y que se fue de la ciudad con una multa de 500 pesetas; los distintos miembros de la dinastía Bienvenida desde sus comienzos; Juan Belmonte, paradójicamente con el sobrenombre de “Pichoco” al venir por la vía de la sustitución y en sus horas más bajas de novillero; el mexicano Rodolfo Gaona, Manuel García “Maera”, Marcial Lalanda, y en general las grandes figuras del toreo del siglo XX, tanto en la década de los cuarenta y cincuenta (Domingo Ortega, los Dominguines, quienes ejercieron el mecenazgo de la plaza durante años, Pepín Martín Vázquez, Gregorio Sánchez –especialmente unido a la ciudad–, Antonio Ordóñez, Pedrés o los hermanos Girón, etc.), como en los sesenta y setenta (Diego Puerta, Jaime Ostos, Paco Camino, El Viti, El Cordobés, Paquirri, Palomo Linares, Manzanares o Niño de la Capea…) o en las últimas décadas (Juan Posada, Ruiz Miguel, Antoñete, Curro Romero, Dámaso González, Roberto Domínguez, El Soro, Ortega Cano, Espartaco, César Rincón, Paco Ojeda, Joselito, Enrique Ponce, Jesulín de Ubrique, Manuel Díaz “El Cordobés”, Morante de la Puebla, Rivera Ordóñez, “El Juli” o José Tomás, entre otros).

De entre las ausencias, dos son destacadas. Por un lado, la de José Gómez Ortega “Joselito”, que llegó a estar anunciado para la Pascua de Resurrección de 1918 en Murcia y Lorca pero el festejo acabó suspendiéndose y el diestro toreó en Sevilla con un capote bordado en sedas y oro en Lorca que aún se conserva. Y por otro, la de Manuel Rodríguez “Manolete”, anunciado para septiembre del año en que Islero se cruzó en su camino, y curiosamente sustituido por otro torero homónimo, Manuel Rodríguez, que acabó estableciendo relaciones en la ciudad de Lorca.

La plaza, desde sus primeros propietarios y promotores (José Abela Bravo, Ramón Campos Rodríguez, Cristóbal Navarrete Romero, Raimundo Ruano Rodríguez y José Miralles Silvestre entre 1892 y 1904) ha pasado por varias manos (Francisco Ruano Mazzuchelli, Marcelino Caro Fernández, Ángel Mérida Ruiz, Andrés García de Alarcón, José María Pastor y Manuel Fernández-Delgado Martínez entre 1904 y 1914; D. Pedro Alcántara Sánchez López de Ayora entre 1904 y la contienda civil) hasta llegar a sus actuales propietarios, artífices de su restauración y reinauguración en 1945 (familias Montoya y Miñarro), siendo conserjes encargados del cuidado de la misma desde prácticamente el primer momento la familia de José López y sus descendientes.

A lo largo de su historia ha tenido varios momentos tristes y complicados, aparte de las cogidas mortales mencionadas. Hablamos del derribo de sus tapias por un conflicto con el espacio público (1893), la tentativa de derribo total que no llegó a consumarse por la presión popular (1911), su uso constatado como prisión durante algunos años de la Guerra Civil y posguerra y su cierre tras los terremotos de 2011, momento en el que permanece adormecida, pero viva.

Pero también ha sido testigo de acontecimientos estelares, como la citada presencia de importantes figuras de la tauromaquia y ganaderías de prestigio en su inauguración (1892, con Lagartijo, Reverte y Guerrita y toros de Veragua y Miura), reinauguración (1945, con Domingo Ortega, Luis Miguel Dominguín y Pepín Martín Vázquez y toros del conde de la Corte) y centenario (1992, con Ortega Cano, Pepín Jiménez y Litri y toros de Diego Puerta, Dámaso González, Roberto Domínguez y El Soro y toros de Miura), además de en corridas de importancia. Destacan en este sentido recientemente festejos como la gran faena de Curro Romero (1988), la encerrona de Pepín Jiménez con siete toros a los que cortó siete orejas y rabo (1999) o el indulto de Disoluto, de Salvador Domecq, por el mismo diestro, la tarde en la que toreó también José Tomás (1999), así como la histórica presencia de los toros de Victorino Martín en la última corrida de toros celebrada en su redondel (2010).

Además de los usos específicamente taurinos, la plaza ha sido escenario de multitud de eventos de todo tipo, por lo que ha conseguido ganarse un espacio propio en el corazón de los lorquinos (charlots, cine de verano, circo, conciertos, ópera, free-style, pista de tenis y otros espectáculos deportivos, merendero veraniego, sede de la subasta del agua de riego, sede del encuentro de cuadrillas de Navidad, espectáculos de payasos, espectáculos de enganches y un largo etcétera).

No en vano, se recuerda con añoranza el paso por el coliseo, con una acústica al modo de los grandes espacios clásicos, de artistas de la talla de Lola Flores y Manolo Caracol, Antonio Molina, Juanito Valderrama y Dolores Abril, Manolo Escobar, El Fari, Rocío Jurado, Mecano, Manolo García, Ana Belén y Víctor Manuel, Mónica Naranjo, Bob Dylan, Ennio Morricone, Joan Manuel Serrat, El Último de la Fila, Extremoduro, etc.).

El año en que se cumplen 130 años desde su inauguración este espacio de memoria imborrable para todos los lorquinos sigue cerrado a cal y canto esperando su rehabilitación integral para usos múltiples. Su inauguración, como puede intuirse de los párrafos iniciales, se enmarcó en el contexto de un florecimiento socioeconómico y cultural de la ciudad y de su embellecimiento como consecuencia de la estabilidad política del sistema de la Restauración. Todo ello se materializó en avances considerables, como la instalación del alumbrado público, inaugurado el mismo año de 1892, la apertura de plazas y espacios públicos, como las de San Vicente, Colón o

Calderón, y en la erección de grandes edificios e infraestructuras, como el propio Teatro Guerra (1861) y su reforma (1892), el Puente Viejo sobre el Guadalentín (1875), el Casino Artístico-Literario (1886), la Estación de Lorca-Sutullena (1889), el Puente de Hierro sobre el río Guadalentín (1891-92), la reforma del palacio de los Condes de San Julián (1880), el palacete del Huerto Ruano (1890) y otras casonas de la ciudad, etc. Una auténtica transformación en toda regla de la Lorca del momento por la que los mandatos del alcalde Pelegrín pasarían con buen recuerdo a la memoria colectiva. Una “nueva Lorca”, surgida cual Ave Fénix de las cenizas de una crisis socioeconómica y política que alcanzó a más de la mitad de la centuria.

130 años después de aquellos acontecimientos y cuando han pasado once de los terremotos del 11 de mayo de 2011 y casi diez de la riada de San Wenceslao del siguiente año, una “nueva Lorca” vuelve a erigirse sobre las cenizas de la anterior, altiva, aguerrida, luchadora y galante, como el carácter de sus gentes. Toda vez que las prioridades tras las catástrofes se han solucionado o se hallan en vías de solución y asistimos a la recuperación de parte del patrimonio y a la renovación de las infraestructuras dañadas, ha llegado la hora para que Sutullena vuelva a ver la luz.

El Club Taurino de Lorca y la Plataforma #SutullenaYa en él integrada, vienen reivindicando desde hace años que la plaza, una vez convertida en pública, sea sometida a una concienzuda rehabilitación respetuosa con su carácter patrimonial y adaptada a las exigencias del nuevo siglo, para que pueda acoger tanto espectáculos taurinos como otro tipo de eventos, tal y como ha venido acogiendo desde sus inicios.

Ese sueño cada vez está más cerca y ahora se inicia el Año Sutullena: desde junio de 2022 hasta junio de 2023 será el año de la Nueva Sutullena, de la recuperación del templo del toreo y de la afición, un revulsivo para Lorca y su comarca y también para la Región de Murcia. Lorca y los lorquinos lo merecen. Y además, nada se opone.

“Nihil obstat”.

Redacción: Diego Reinaldos para Periódico El Lorquino

Redacción de Periódico EL LORQUINO Noticias.

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