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Benjamin, el último lobo de Tasmania

Historia y patrimonio

Benjamin, el último lobo de Tasmania

Es imposible evitar que pasen por mi cabeza aquellas palabras del escritor romano Plauto: Homo homini lupus (El hombre es un lobo para el hombre). Sobre todo cuando pensamos en lo que hemos sido capaces de hacer durante milenios contra nuestros propios congéneres, pero a veces, y hoy con más razón, pienso en una escena de la famosa película Matrix: “Quisiera compartir una revelación que he tenido durante el tiempo que he estado aquí. Me llegó cuando traté de clasificar su especie: Me di cuenta que realmente ustedes no son mamíferos. Cada mamífero en este planeta desarrolla instintivamente un equilibrio natural con el ambiente que lo rodea, pero los seres humanos no. Se trasladan a un área y se multiplican y multiplican, hasta consumir cada recurso natural. La única forma de sobrevivir es instalarse en otra área. Existe otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón: el virus.”

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En imagen: Benjamin en el zoo de Hobart (Tasmania)




¿Y si fuera cierto? No pude dejar de pensar en esto anoche mismo, mientras veía el reportaje de Cuarto Milenio acerca del maestro Félix Rodríguez de la Fuente. Un hombre que otorgó su vida al conocimiento de los animales y que insufló un aire nuevo en la viciada rivalidad entre animales salvajes y humanos. Félix consiguió que en la década de los 70 se dejaran atrás las masacres contra las ya mermadas poblaciones del majestuoso lobo ibérico, que no se extinguiera el lince en nuestra península, y que las llamadas fieras, dejasen de ser vistas como las amenazas que los cuentos de los Hermanos Grimm o Perrault nos los quisieron dibujar. Pero hoy, 7 de septiembre, se cumplen 79 años de la extinción de una especie que no era un animal más. Cualquier extinción es una catástrofe, pero la muerte de Benjamin fie la destrucción del último nexo que nos unía con la prehistoria. Benjamin era un lobo de Tasmania o tilacino, una especie que existió como tal, mucho, muchísimo antes de que el hombre consiguiera erguirse.

Sobrevivió a la era en que se formaban las grandes cadenas montañosas, antes de que los continentes fueran tal y como los conocemos, las glaciaciones… El tilacino fue el último animal prehistórico y murió en cautividad el 7 de septiembre de 1936.

El lobo de Tasmania era un marsupial que habitaba en la isla del mismo nombre (Tasmania), aunque se sabe que existió también en Australia, pero se extinguió mucho antes de que los europeos llegaran. Sin embargo, sobrevivió milenios en la pequeña Tasmania, junto con otras especies autóctonas como el famoso diablo de Tasmania (todos nos acordamos de Taz, de los Looney Toones). Su forma era como la de un perro o un lobo, pudiendo llegar a medir hasta cerca de los dos metros de largo (incluida la cola), su pelaje podía ser pardo, marrón o anaranjado y estaba surcado por una serie de franjas negras igual que los tigres (no obstante, también se le llamaba tigre de Tasmania); así mismo, poseían una cola bastante diferente a la que presentaban los cánidos o felinos, y más parecida a la de un canguro.

También fue confundido por una hiena por los primeros colonos que llegaron a aquellas tierras. Era un depredador, por lo que resultaba bastante fiero y peligroso, con un olfato excelente, aunque no era capaz de correr a gran velocidad, pero sí de saltar con las patas traseras al modo que sus primos marsupiales los canguros. Disponía de marsupio donde ocultaban las hembras las mamas, pero también los machos los genitales.

Cuando los británicos llegaron a aquellas inhóspitas tierras, se encontraron con una fiera inclasificable que parecía un perro, pero también un gato grande. Un animal salvaje y muy peligroso que al verse amenazado no dudo en atacar. Necesitado de comida, atacaba rebaños y el gobierno comenzó a ordenar su caza. A principios del siglo XX, se daba una libra por cabeza que se entregara. Su hábitat se fue reduciendo, privándole de sus recursos naturales, diezmando su población hasta que llegó el momento en plena década de los 30 en que solo quedó uno. Benjamin fue el último tilacino. Se le capturó en 1933 y fue llevado al zoo de la ciudad de Hobart. Tres años antes, un granjero había disparado y matado al que fue el último lobo de Tasmania salvaje.

Pero Benjamin tuvo más suerte, si es que se le puede llamar así, pues fue encerrado en una jaula, mostrado como un monigote de feria, afectado por todas las inclemencias del extraño tiempo de Tasmania. Fue grabado y fotografiado, gracias a lo que tenemos imágenes y videos del animal y podemos conocer su fisionomía real. Duraría tres años en cautiverio, hasta que murió por una negligencia, quedando expuesto a temperaturas extremas. Hasta el 7 de septiembre de 1936. Día que, desde 1996, es recordado como el Día Nacional de las especies amenazadas.

Pocos días antes de la muerte de Benjamin, el gobierno de Tasmania había creado una ley de protección contra esa especie, pero fue demasiado tarde. Se hicieron partidas de búsqueda de ejemplares salvajes, pero aunque se encontraron restos que podrían haber pertenecido a ese animal, nunca más se llegó a ver ninguno vivo. En 1986, se declaró extinto al no tener constancia exacta de la existencia de más ejemplares, aunque muchos granjeros de las zonas rurales siguen diciendo haber visto alguno, convirtiéndose el lobo de Tasmania en una especie de leyenda y convirtiendo a Benjamin en el último eslabón de una especie que nos unía con el más lejano pasado. Y es triste pensar que muchas especies puedan correr la misma suerte en esta época de adelantos y progresos, que no hace más que consumir al planeta y privar de su hábitat a aquellos que no tienen culpa de nada.


Redacción: Fernando Cabrera. Periódico EL LORQUINO. 


 

 

Redacción de Periódico EL LORQUINO Noticias.

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