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La ciudad que se convirtió en el Infierno

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La ciudad que se convirtió en el Infierno

FERNANDO CABRERA. 30/05/2016 PERIÓDICO EL LORQUINO 

ciudad infierno

Los que disfrutaron en los últimos años del siglo pasado de la Play Station original, puede que recuerden, unos con cariño y otros con sobrecogimiento, aquella terrible, bizarra y maravillosa pesadilla que se llamó Silent Hill. Nunca se hubiera imaginado nadie que un videojuego podía ser tan perturbador y espeluznante.

En la época en que los zombies de Resident Evil eran los maestros del terror en las consolas, en 1999 apareció algo que quiso ir mucho más allá. Un juego que se hacía difícil jugar de noche y con la luz apagada. Un equipo japonés retrató a la perfección un pequeño pueblo típico de Estados Unidos.

Un pueblo en el que la niebla jamás se marchaba y apenas dejaba ver más allá de dos metros, una música aterradora, unos cambios de cámara que te inquietaban y unos sonidos que no auguraban nada bueno.

ciudad infierno 1

Y es que nada bueno había, porque lo que se presentaba ante el protagonista eran unas extrañísimas y aberrantes criaturas que sólo inspiraban al vómito. Los simples sustos y la sangre fácil (que también había mucha) dejaban protagonismo al terror psicológico más propio de sus creadores japoneses.

Pero Silent Hill, aun siendo un pueblo ficticio, tuvo una inspiración muy real. Centralia, en el estado de Pensilvania, fue un próspero pueblo de tradición minera. Uno de esos típicos pueblos del interior de América, con sus casitas de madera y sus campos verdes rodeando la tranquila y acomodada localidad. El problema de los residuos y las basuras siempre es un problema, y en un pueblo impoluto como aquel no era muy conveniente dejar que esos residuos se pudieran ver, por lo que se escondían en una de las viejas minas de carbón que inundaban el subsuelo de Centralia.

Y si eso pudo haber parecido una buena idea (que no lo era), a algún genio se le ocurrió, a finales del mes de mayo de 1962, que debían quemar todas esas basuras. Y lo hicieron, vaya si lo hicieron. Pero puede que los señores que mandaban en esta localidad no fueran muy listos, porque prender fuego a miles de toneladas de basura en viejas minas de carbón sólo se le ocurre a un descerebrado. Las minas recorrían todo el pueblo por debajo, y todo el carbón empezó a arder de una forma descontrolada. Las casas seguían intactas, pero el subsuelo era un infierno.

El monóxido de carbono que salía por las grietas que se formaban hacía que el aire se hiciera insoportable, pero, irónicamente, las gentes de Centralia seguían viviendo en su pueblo. Durante toda la década de los 60 se intentó apagar el fuego en muchas ocasiones, pero fue inútil. En los años 80, tras varios accidentes provocados por las grietas que se iban abriendo y el terrible hecho de que la veta de carbón seguía ardiendo sin control, el gobierno de Estados Unidos decidió que el pueblo se había convertido en un lugar inhabitable.

Reubicó a la mayoría de habitantes del pueblo, pero hubo algunos que decidieron quedarse pese al peligro que corrían. Poco a poco, Centralia se fue convirtiendo en un pueblo fantasma. Sus calles se iban quedando sin casas (expropiadas por el gobierno), las calzadas llenas de terribles grietas se han quedado aisladas en medio de la nada. Nuevos árboles han crecido donde antes hubo un hogar y año tras año la pequeña ciudad se fue convirtiendo en lo que inspiraría a la terrible y desierta Silent Hill.

Después de 54 años ardiendo sin pausa, sólo quedan unas pocas casas, una iglesia, las solitarias calles vacías de edificios y los cementerios, que es donde más vecinos quedan de Centralia. De hecho, sólo una docena de habitantes se atreven a vivir todavía en aquel fantasmagórico lugar, cuyo corazón sigue ardiendo en la actualidad, destruyendo poco a poco las entrañas de la tierra, y lo seguirá haciendo durante unos cientos de años más.

Personas que no quisieron abandonar sus hogares hasta que mueran, aunque en la actualidad, ni siquiera existen para Estados Unidos, porque no tienen ni código postal. En Centralia no hay terribles monstruos acechando en cada esquina, ni aparecen cuerpos mutilados, pero a veces la niebla se posa sobre sus desiertas calles y convierte a esta fantasmal localidad en la imagen que vieron los creadores de Silent Hill a la hora de crear tan grotesca y magistral obra en una época en que los videojuegos empezaban a parecer más películas que las propias películas.

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Redacción de Periódico EL LORQUINO Noticias.

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