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Doña Paquita, la novia lorquina de Franco

Historia y patrimonio

Doña Paquita, la novia lorquina de Franco

En homenaje al historiador lorquino José Luis Alonso Viñegla, fallecido con tan solo 58 años por una grave enfermedad en el año 2012. AVISO LEGAL: El relato que se reproduce a continuación se encuentra bajo derechos reservados de Copyright del autor, y bajo la autorización expresa de la familia del escritor de ser reproducidos en esta web de Periódico El Lorquino. Por lo tanto queda prohibida cualquier otra copia sin dicha autorización. 


DOÑA PAQUITA 

Doña Paquita es un susurro, un triste mohín desdibujado en sus labios de fresa y su piel de canela, una mirada de mariposa ensoñada, un vuelo transparente, una realidad imposible, una renuncia aceptada.
doña paquitaEs la “amante” (la “querida” dicen burlones los vecinos a su paso) de Franco, el Generalísimo de los tres ejércitos, Tierra, Mar, y Aire, y casi Papa de la cristiandad. El mejor Caballero de la última cruzada (la guerra civil que asoló la piel de toro desde 1936 a 1939). El guardián de las esencias patrias. El centinela de Europa, que nunca duerme.
Eso, su secreto romance, todo el mundo lo sabe (el mundo es Lorca), y que el invicto caudillo salvó a España de la barbarie de las hordas rojas judeo- masónicas de la II República, aunque no pudo evitar que se llevaran el oro del Banco de España a la perdída y atea Rusia, cuna de los “ sin dios”.

Como Penélope, vive la incertidumbre de la soledad, el ansía de la visita del amado galán que nunca llega.
Y suspira lánguida y ojerosa mientras observa la línea del sol marcar la caída de la tarde, en la Plaza de la Estrella, a través de los blancos visillos del mirador de su casa.

Se prepara para salir a misa. Sale a la calle Tello en dirección a la iglesia de San Cristóbal.
Doña Paquita es corta de estatura, algo rechoncha, de edad ya madura, ajada por las arrugas y por el sufrimiento de su alma impredecible, expresada a través de unos ojos grises y pilluelos.

Su cabellera es un remolino trigueño enloquecido, adornado de cintas de colores. El escaso cuello rodeado de collares de bisutería, de chapas de latón dorado (el márchamo de los embutidos de Juan Jódar “ Quijales”) que ella imagina del más noble metal que anida en las entrañas de la tierra.

Las muñecas y los brazos repletos de pulseras de plástico de áureo color, brazaletes y ajorcas de mercadillo, sortijas de dudoso valor, y un rosario recuerdo de su madre, este sí, de plata de ley.

El municipal que regula el inexistente tráfico junto a la fuente la saluda a lo lejos con benevolencia. Con su uniforme gris, la gorra de plato, y el correaje negro, parece una estampa cruel, un daguerrotipo satírico, es el paisaje, las palmeras enanas, las gitanas con los cántaros esperando turno para llevar el agua a sus casas, los aguadores con sus carros, los levas a lazo limpio buscando perros sarnosos para sacrificar, una perrera de madera con ruedas de color rojo, el reguero del agua encharcando el suelo de tierra de la plazoleta, la tienda de Herminia con sus escaparates exhibiendo toda clase de mercancías, la farmacia del licenciado Bustos, el estanco de la cuesta, la funeraria de Don Juan Mínguez, las puertas abiertas de La Sociedad Recreativa, la barbería del “ Pavo”, la ferretería del “Gafas”, la confitería de Navarro, la paquetería de la esquina, los soldados que salen de paseo con sus uniformes de borra y el paso ausente camino de la taberna del “Raseras” , o de la “ Tía Juana “, el comercio de petróleo de Yepes, el bodegón del “Mochuelo”, la plaza de la verdulería, la escuela graduada para niñas, antesala de las primeras guarderías, el barrio de San Cristóbal en su más pura esencia.

Doña paquita no tiene sentido d
e la estética convencional, y como una niña que es le gustan los colores chillones y extravagantes.

Esta tarde sofocante de Junio, previa a la procesión rabalera del Corpus,
( “ La Función del Barrio “ ) se atavía con un vestido púrpura que le llega hasta los diminutos pies enfundados en una sandalias de cuero rojizo, una chal de seda blanco, y un gorrito de lana beige, además de su sempiterna carga de chatarra.
Las gentes le saludan con cariño:
– ¡ Buenas tardes, Doña Paquita ¡

Ella saluda con la cabeza altiva, herencia posible de los primeros guerreros castellanos que vinieron aquí a pelear con el moro, y mira con estudiado desdén a los transeúntes.
Una señora encopetada se le acerca con aire de malicia socarrona :

– ¿Que, a misa, Doña Paquita?
– Si, a rezar por la conversión de todos los países comunistas… y de paso a pedirle por mi novio…
– ¿Su novio?, no sabía… ¿y… quien es, si puede saberse?

Doña Paquita sabe que ha llegado la hora de su triunfo:

– Es un secreto.
– ¡Vaya! ¿Así que es un personaje importante?
Los ojos le brillan. La comisura de sus labios se arquea. El aire llega con fuerza a los pulmones, la sangre bombea con furia el corazón:
– Si. Ya sabe (en un susurro prolongado bisbeante) …Franco. Va a venir a verme. Pasará por Murcia un día de estos y vendrá a buscarme para llevarme con él. Pero no debe saberlo nadie, porque el “pobrecico” no puede significarse, y siempre está pensando en mí.
– ¿Y qué piensa Doña Carmen (la esposa del Jefe del Estado) de todo esto?
– Ella no sabe nada. Mi Paco es muy listo.
– ¿Pero que van a hacer entonces?
– Esperar.
– Bueno Doña Paquita, que le vaya muy bien, y no sabe lo que me alegro de lo de su noviazgo.

A veces, Doña Paquita se baja hasta la estación de Lorca – San Diego, se sienta en un banco de madera del andén, y deja pasar todos los trenes.
Al anochecer, Juan Parra, el Jefe de Estación, mira el reloj circular de la pared, y se acerca con su gorra roja galoneada con hojas de laurel, y su terno azul marino, en la mano derecha aún sujeta la banderola de salida, y en la boca cuelga el silbato.

– ¡ Vamos, Doña Paquita, se le va a hacer de noche, vuelva a casa ¡
– ¿No vendrá hoy?
– No. Ya ha partido el último tren.
– ¿Y mañana?
– Puede que sí, Doña Paquita, a lo mejor…

Doña Paquita dice adiós con la mano, y se pierde por el carril arriba del Canal de San Diego.


Redacción: José Luis Alonso Viñegla .- GENTE DE LORCA. Periódico EL LORQUINO. 


Redacción de Periódico EL LORQUINO Noticias.

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