Historia y patrimonio
Terror, muerte y sufrimiento, o lo que es lo mismo, Auschwitz
Fernando Cabrera. Periódico EL LORQUINO. 28/01/2016
Desde el pasillo nos llegó el ruido de los golpes. El responsable de la sala estaba acelerando la muerte de un enfermo debilitado. Se oyó un gemido alejado, luego un cuerpo cayó. Un grito breve, estridente, interrumpido bruscamente y luego el silencio. Después, de repente, oímos una orden breve y fuerte:
—¡Licht aus! (¡Apagad la luz!).
Imaginad que despertáis en medio de un barracón donde la gente duerme, si es que se le puede llamar dormir a eso, de tres en tres, hediendo y gimoteando, sufriendo por las mil magulladuras y pidiendo al cielo que su muerte sea rápida. Pues cualquier cosa parece mejor que estar allí.
Hace tanto frío fuera que nadie sale a hacer sus necesidades; los rincones apestan y son una fuente de enfermedades. En ese momento, desearías poder despertar de nuevo y dar gracias a que todo había sido una horrenda pesadilla. Y
es que eso era Auschwitz, una cruel y dolorosa pesadilla.
Nada más cruzar esa horrible verja y entrar en el edificio principal, leemos una placa con un mensaje, en polaco y en inglés, para todo aquel que se atreve a visitar este campo de muerte: Quien olvida su historia, está condenado a repetirla. Hoy, día internacional de Conmemoración en Memoria de las víctimas del Holocausto, no podemos olvidar que más de un millón de personas murieron dentro de las alambradas de este campo de concentración dividido en tres partes.
El campo de Auschwitz que fue conferido con un solo propósito, el de llevar a cabo la denominada Solución Final. Los presos judíos se contaban por millones en todos los campos nazis y era urgente ir dejando sitio para nuevos presos. Con este propósito se fueron ideando nuevas formas de acabar con los cautivos. El Kommandoführer inventó otro “juego”. Él llamaba a otro prisionero de mal aspecto, le ofrecía un cigarrillo y lo encendía con su mechero. Luego el prisionero tenía que tenerlo cogido en la boca, aspirando el humo. El SS se alejaba diez pasos, sacaba la pistola, le apuntaba y tiraba de forma que la bala les quitara el cigarrillo de la boca. Varias veces lo consiguió, pero varios prisioneros fumaron por última vez en su vida.
La monstruosidad y la aberración se asomaron a esta parte de Polonia y decidieron imponer su vil reinado en este lugar, que antes de la guerra no fue más que un pequeño pueblo. Allí se perfeccionó el uso de las cámaras de gas, se mató sin pudor y fue el lugar en el que ocurrieron las monstruosas investigaciones del Ángel de la Muerte, Josef
Mengele.
Hemos oído hablar mil veces de las atrocidades de este lugar. Hemos visto películas, como La lista de Schindler y la reciente El hijo de Saúl, o decenas de documentales. También existen multitud de libros, muchos de ellos escritos por los propios supervivientes al Holocausto, como He sobrevivido para contarlo de Tadeusz Sobolewicz, de donde he extraído los dos fragmentos de texto.
Sobolewicz fue un autor bastante importante en su Polonia natal (murió el año pasado). Siendo un adolescente le llevaron a Auschwitz y más tarde a otros campos hasta que pudo escapar al final de la guerra. En su libro nos narra los años que pasó preso de los nazis, las vejaciones a las que fue sometido y los terribles horrores que tuvo que ver. El día que visité la tienda de recuerdos de Auschwitz, con el estomago un poco revuelto, pensé que el recuerdo que llevaba en mi mente ya sería permanente (De hecho lo sigue siendo) y que ningún souvenir podía compararse a eso, pero en la sección de libros (en español, claro, porque mi nivel de polaco no está muy allá) vi esta pequeña joya que no creo que pueda encontrarse en ninguna librería. Este libro me espantó y me conmovió, porque todo lo narrado es completamente real.
Se hace difícil de creer que un ser humano pueda albergar tanta maldad, que sea capaz de despreciar la vida de otro ser humano con esa frialdad. Pero mi única explicación es que esos verdugos no podían ser humanos. Me niego a creer que cualquier ser que muestre ese desprecio pueda ser de la misma condición que yo.
Y si el horror hubiera acabado ese día… No nos engañemos, porque los soviéticos liberaron el terrible lugar cuando ya estaba abandonado a su suerte. Los nazis habían dejado a los presos que les iban a suponer un estorbo por lo poco que debía quedarles de vida. Se encontraron un campo lleno de muertos vivientes, esqueletos que caminaban a duras penas, y ante todo eso, los liberadores también fueron capaces de acometer grandes atrocidades y violaciones. Hoy se conmemora esa liberación, pero yo pondría unas comillas a esa palabra: “liberación”, que para algunos supuso el comienzo de otro calvario.
Así que como reza esa inscripción a la entrada del campo, no olvidemos jamás. No podemos olvidar estas aberraciones para no caer en la torpeza de repetirlas. Y esperemos que eso sea así, porque el mundo actual empieza a pintar muy feo.