España
¿Qué fue de Teresa Romero, la enfermera que contrajo el ébola?
Allá por 2014, el ébola fue protagonista de los medios de comunicación, los debates políticos y las charlas a pie de calle cuando se dio el primer caso de esta enfermedad fuera de África. Teresa Romero, la famosa auxiliar de enfermería que asistió a los religiosos infectados en el hospital Carlos III, terminó contrayendo la enfermedad que le cambió la vida.
Todo comenzó el 7 de agosto de 2014, cuando se repatrió al sacerdote Miguel Pajares desde Liberia. Llevaba en el Hospital St. Joseph de Monrovia desde 2007 y fue allí donde se infectó del virus del ébola, al igual que otras religiosas de su misma orden.
Teresa Romero formó parte entonces del equipo que asistió al religioso hasta el día de su muerte, el 12 de agosto. Pero el 20 de septiembre se volvió a detectar otro caso, el del misionero Manuel García Vallejo al que se trasladó desde Sierra Leona hasta el hospital Carlos III en estado grave.
De nuevo, Romero se ocupó del enfermo hasta que murió el 25 de septiembre y después fue la encargada de limpiar la habitación del fallecido. Éste sería el último contacto de la enfermera con el ébola antes de manifestarse su enfermedad.
A los pocos días de la muerte del último religioso al que atendió, Teresa Romero comenzó a tener fiebre y malestar. Primero acudió a su médico de familia y luego llamó al Servicio de Riesgos Laborales de su trabajo. Pero su estado empeoraba y la fiebre le subía, por lo que el 5 de octubre llamó al 112 y fue trasladada a su hospital, a la planta donde estuvo trabajando los últimos meses, porque se confirmaban las peores noticias: tenía ébola.
«Estaba en mi casa y a las pocas horas me veo en una situación completamente distinta. Estaba alucinando, no podía creer lo que me estaba pasando«, recuerda Teresa Romero a El Español. «Sólo me repetía que tenía que salir, que tenía que aguantar y salir«.
Y mientras ella luchaba por su vida y se sometía a una cuarentena muy estricta, los medios de comunicación sólo hablaban de ella, las personas se acercaban al hospital a intentar verla a través de su ventana, los debates políticos y sociales hablaban sobre cómo tratar esta grave enfermedad y a los infectados, etc. Teresa Romero estaba viviendo un drama mediático sin precedentes.
Tal y como cuenta a El Español, obviamente ella no esperaba poder quedarse infectada por las diversas medidas de seguridad. «En tu trabajo siempre haces lo mismo y si se presenta la oportunidad…», aclara la enfermera, quien dice que se presentó voluntaria para «aprender algo más».
«En principio, me dio confianza trabajar con ese traje (…) Nunca piensas que puede pasar algo así«, afirma Romero recordando el revuelo que se formó sobre las medidas de seguridad que se tomaron o se dejaron de tomar a la hora de tratar a los enfermos.
Su mascota, Excálibur, fue la verdadera víctima
Durante la estancia de Teresa Romero en el hospital, otros lugares centraban la noticia de la enfermedad. Su casa en Alcorcón, Madrid, sus vecinos y sus familiares estaban siendo analizados. Y, entre ellos, se encontraba su perro Excálibur.
A pesar de que no había evidencia alguna de que la mascota estuviera infectada, la decisión que se tomó con el animal fue sacrificarlo. Multitud de concentraciones se reunieron alrededor de la casa de Teresa Romero en contra de esta terrible medida.
Sin embargo todas estas manifestaciones fueron inútiles, pues el 8 de octubre se sacrificó al animal por precaución, lo cual es el golpe más duro para la enfermera, que lo consideraba «como un hijo».
Teresa Romero se cura
Tras unos días en los que la enfermera empeoró, el 12 de octubre se realizó un análisis que demostró que se estaba recuperando. La carga viral del organismo comenzó a bajar cada vez más y el 19 de octubre los médicos confirmaron que Teresa Romero dio negativo en la prueba del ébola.
Aún así, se tomaron ciertas precauciones y se hicieron más pruebas, por lo que no saldría de aislamiento hasta el 1 de noviembre. Claramente débil y desmejorada, la auxiliar se mostró a la prensa alegre por poder volver con su familia, su marido y agradecida con los compañeros que la habían cuidado y salvado la vida.
Sobre los médicos y enfermeros del Carlos III, Romero afirma que ya no hay tantos que se ofrezcan voluntarios para este tipo de casos: «Sólo quedan unos pocos, los más valientes«. Y es que la experiencia fue difícil para todos, en ese momento en el que llegaron los religiosos infectados trabajaron «al límite», cuenta Romero, y tenía «la sensación de que estábamos un poco solos».
Toda la responsabilidad no puede recaer en un grupo de enfermeros, auxiliares y celadores (…) Era una situación nueva, sin saber exactamente lo que teníamos que hacer. Recuerdo que para quitarme el traje, un compañero me iba diciendo detrás de la ventana qué ir quitándome
La recuperación psicológica
Pero ya en casa, a Teresa Romero le costó recuperarse, sobre todo psicológicamente, pues no sólo había contraído el ébola sino que había vivido un drama televisado del que toda España era espectadora.
«Lo que he llevado peor es que, haciendo mi trabajo, encima me echaran la culpa. (…) Salgo de esta situación y me encuentro que me quieren echar a mí todos los marrones. No entiendo nada, sigo sin entenderlo… Pero ahora intento no preguntarme», cuenta a El Español sobre el fuerte «shock» psicológico que vivió. «Durante el primer año lo pasé fatal, no quería hablar con nadie, no me fiaba de nadie…«.
Su nuevo estatus de ‘conocida’ para los medios y para la gente no la ayudaba a volver a su vida normal. Aunque cuatro años después se encuentra mucho mejor, su caso sigue siendo histórico para el país y digno de estudio. Actualmente se encuentra estudiando las oposiciones que dejó días antes de su enfermedad: «El profesor ha puesto mi caso como ejemplo en clase. Me quería meter debajo de la mesa, pero ya nadie me ha reconocido«.
Teresa ha recurrido todas las causas
Teresa ha recurrido diversas causas judiciales en las que, de momento, ella está saliendo afectada: la solicitud de indemnización por el sacrificio de Excálibur, la demanda por injurias al exconsejero de Sanidad de Madrid, el caso que investiga si se incumplió alguna medida de seguridad y por ello enfermó… «Todo está recurrido y sigue su curso», afirma Romero.
«A día de hoy no he recibido nada… Bueno, 15.000 euros del seguro de la Comunidad de Madrid para reponer lo de la desinfección de mi casa», confirma la enfermera. Pero lo que más le duele es que, a pesar de lo que fue su caso, ninguna institución se preocupa por ella: «Nadie me ha llamado ni para preguntarme qué tal estoy, para interesarse por mi recuperación. Es algo que me encantaría».
Teresa Romero afirma conocer el resto de casos similares y tener cierta «envidia sana» de cómo se han tratado. En concreto, habla de Nina Pham, una enfermera de Dallas que se infectó de ébola cuando trataba a un paciente de Liberia y, afortunadamente, logró recuperarse. Sin embargo, su caso fue muy diferente, pues su perro no fue sacrificado y, tras su alta, fue recibida por Barack Obama en la Casa Blanca.
Su vida actual
«Físicamente estoy bien, psicológicamente… todavía poco a poco«, declara Teresa Romero a El Español. Por todas estas secuelas es por lo que ahora, la auxiliar de enfermería ejerce sus labores en la Farmacia del hospital Carlos III, pues pidió no tener contacto directo con pacientes: «Ahora mismo no puedo… no me sale. Si tuviera que hacerlo no podría trabajar». Tampoco descarta cambiar de profesión, pues le «gustaría traducir, hacer cosas del inglés», aunque actualmente se encuentra haciendo oposiciones de auxiliar.
Tal y como cuenta, una de las mejores medicinas que recibe actualmente es el amor de Alma, una nueva perrita que llegó a sus vidas como enviada por el destino: «Cuando nos entregaron las cenizas de Excálibur fuimos a esparcirlas a un campo al que solíamos ir a pasear con él. A la vuelta, esa misma tarde, recibimos un mensaje proponiéndonos si queríamos adoptar a esta perrita«.
Y en cuanto al ébola, ella no olvida el virus que contrajo y se muestra activa en el seguimiento de la enfermedad. Ha donado plasma cuando se lo han pedido y ha colaborado en dos estudios.
Está al tanto de todos los brotes que surgen en el mundo. El último en la República Democrática del Congo, con más de 300 muertos. Además, sabe que en su hospital están mejorando las medidas de seguridad constantemente: «Sé que cada 3 meses se están formando, que la exclusas son más grandes y que hay cámaras de grabación continuada… Pero tampoco quiero conocer mucho más».