Historia y patrimonio
Sorpresa en unas piezas del Museo Arqueológico de Murcia
Fuente: Europa PRESS
Una vitrina del Museo Arqueológico de Murcia exhibe desde hace décadas unas piezas raras y únicas en el mundo que habían pasado desapercibidas hasta ahora: unos rostros moldeados en cerámica de los emperadores bizantinos Focas y Leoncia que datan del siglo VII d.C. y que, en su día, engalanaron un importante edificio situado en la actual pedanía murciana de La Alberca, a los pies de la sierra en la que está el santuario de la Fuensanta.
Ahora, décadas después de su hallazgo, el profesor de Historia Antigua en la Universidad de Alicante, director del Museo Arqueológico de Elda (Alicante) y ex director del Museo Arqueológico de Murcia, Antonio M. Poveda, acaba de identificar y catalogar correctamente estas piezas.
En declaraciones a Europa Press, este profesor ha recordado que las piezas fueron encontradas en la pedanía murciana de La Alberca, un emplazamiento que «siempre ha llamado mucho la atención por el denominado ‘martirium’ situado a los pies del santuario de la Fuensanta, que es una zona de las más ricas que tiene la Vega Media y Alta del Segura a nivel arqueológico».
La Alberca se sitúa a 48 kilómetros escasos de Carthago Spartaria (actual Cartagena), que en esa época era la capital de la provincia bizantina de Hispania, y Poveda cree que en la actual pedanía murciana debió de haber algún personaje o familia muy importante, «posiblemente de la propia curia o del grupo dominante entre los bizantinos de Cartagena que decidieron asentarse allí».
SON ANTEFIJAS, PARTE DE LA TECHUMBRE
«La sierra es un lugar privilegiado porque a sus pies se ve toda la Vega del Segura a su paso por Murcia, motivo por el que fue escogida desde época ibérica y romana para asentarse», según Poveda, quien ha recordado que el importante arqueólogo Cayetano de Mergelina realizó en 1935 excavaciones en La Alberca, momento en el que se recogen ocho piezas de cerámica.
Las imágenes de los emperadores aparecen recogidas en unas antefijas, es decir, unas piezas de cerámica que se sitúan en la parte anterior de las tejas curvas (ímbrices) características de los tejados romanos que se colocaban en la junta entre las tejas planas (tebulas) para que no calara el agua.
«Pues bien, esa parte de la techumbre entre las tejas se decoraba con elementos como divinidades o representaciones muy simbólicas en los edificios importantes de carácter institucional, religioso, político o de alguien de la aristocracia», añade Poveda.
«La Alberca y Algezares, que están separados por tres kilómetros, tenían que ser en realidad un mismo núcleo aristocrático de un terrateniente muy importante vinculado con los bizantinos de Cartagena», según el profesor Poveda, quien cree que no es una casualidad que las representaciones que llevan esas tejas sean un emperador, su emperatriz y otro elemento «muy interesante y simbólico al final de la Antigüedad como es el dios ‘Oceanus’ (Océano)».
«Esas imágenes permanecerían durante bastante tiempo enseñoreándose en la parte más alta, en la que mejor se divisaría, de un edificio que no sabemos cuál es porque no se ha localizado», según Poveda. En concreto, cree que se tuvo que tratar de un edificio «espectacular, de una arquitectura privilegiada».
EL TOCADO, CLAVE EN LA IDENTIFICACIÓN
Los rostros habían pasado desapercibidos para muchísimos arqueólogos a lo largo de los años, según Poveda. Incluso, las cerámicas fueron objeto de estudio de una tesis doctoral elaborada en los años 90 sobre por un especialista en antefijas de Hispania que hizo una descripción de los rasgos faciales y determinó que una de las cabezas tenía un tocado que terminaba de modo corniforme, es decir, con dos puntas «con forma de cuernos».
Para identificar las piezas, Poveda se valió de su experiencia durante más de 20 años excavando en la zona bizantina de Italia, estudiando las fases y estados materiales en esculturas. «Me percaté de que el peinado de las emperatrices tanto en esculturas, como en relieves y mosaicos terminaba, a partir del siglo VI y VII d.C. en punta, es decir, en ese mismo estilo corniforme», señala.
En realidad no era una cornamenta. Lo que ocurre es que estos personajes lucían tal cantidad de hilos de oro y perlas –algunas enormes– que, al colgarles en el centro de la cabeza y caer hacia la frente, «hundían el peinado y la cofia que tenían como tocado».
«Y claro, si la cofia se chafa por el centro, lo que ocurre es que los extremos se quedan levantados verticalmente, como si fueran unos cuernecitos», destaca Poveda, quien aclara que no se trata de unos cuernos, sino «el tocado habitual de las emperatrices».
Por ejemplo, en los famosos mosaicos de Rávena aparecen representados los emperadores Justiniano y Teodora con ese tipo de tocados, explica este especialista, que siempre se ha interesado por la etapa paleocristiana bizantina y estaba acostumbrado a identificar este tipo de elementos.
Por ello, cuando dirigió algo más de dos años el Museo Arqueológico de Murcia, se echó las manos a la cabeza y exclamó: «madre mía, lo que tenemos aquí». Sobre todo, destaca que la mejor pieza es la de la emperatriz bizantina, porque luce una «estupenda» diadema de perlas entre la frente y la cabeza. Además, en los pómulos, descendiendo desde el peinado, le caen tres hilos de oro terminados en perlas.
«Solo las mujeres de esa época que eran emperatrices tenían este tipo de tocados», destaca este profesor, quien detalla que los emperadores, curiosamente, también lucían hilos de oro, perlas y joyería, aunque en menor cantidad.
LOS RASGOS DE UN HOMBRE
En el caso de Murcia, recuerda que habían atribuido el rostro del emperador a otra mujer, pero Poveda se dio cuenta de que era un hombre tras observar detenidamente los rasgos de los labios, los pómulos y la frente, que eran «muy bastos y muy toscos». Al compararlo con las monedas bizantinas de la época, localizó un emperador en concreto que coincidía con estos rasgos, en la época en la que los bizantinos estaban asentados en el sureste peninsular, con capital en Cartagena.
De ahí la propuesta de Poveda de identificar las imágenes con el emperador Focas y su mujer Leoncia, que gobernaron desde el 602 al 610 d.C. Pocos años después, en el 625 d.C., los bizantinos fueron expulsados de Cartagena. Los rostros se habrían exhibido en un edificio importante construido a principios del siglo VII d.C., 20 años antes de la expulsión.
«Se debió hundir la techumbre y todo quedó enterrado hasta que se iniciaron las obras en el siglo XIX sin ningún tipo de control, lo que era normal en esa época, y eso hizo que las piezas se quedaran separadas del lugar en el que debían de haber estado expuestas», según Poveda, quien considera que el edificio debe de estar todavía en el lugar «enterrado o destruido».
Y es que se hicieron excavaciones en la zona hasta 1935, y quedaron «lógicamente paralizadas» por la Guerra Civil. En los años 40 se retomaron las excavaciones por el Instituto Arqueológico Alemán, que se interesó mucho por el que para unos es un ‘martirium’ cristiano y, para otros, un mausoleo o panteón romano de carácter familiar.
«Si uno va a Milán, a Roma o al Louvre va a encontrar esculturas de mármol con cabezas idénticas a las de Murcia, de ahí su importancia, porque estamos ante piezas que se conocen en otros soportes artísticos, pero no en cerámica», según este especialista. Por tanto, se trata de una «rareza» que ofrece el patrimonio murciano.
«Cuando se hacen esculturas dedicadas a los emperadores o miembros de la casa imperial es porque el que las ha encargado es la propia ciudad o alguien muy importante política o económicamente», según Poveda, quien está convencido de que la persona que encargó la obra fue alguien «bizantino o relacionado con el poder de los bizantinos en Cartagena».
Fuente información: Europa Press