Cultura
Miguel Ángel Revilla arrasó en Lorca: «Me conoce todo Dios»
Redacción: Ana Belén Miñarro. Periódico El Lorquino.
Fueron quince minutos después de la hora anunciada cuando hizo su esperada aparición Don Miguel Ángel Revilla por la sala 3 de Ifelor acompañado de su mujer, Aurora. El anfitrión de la visita, Paco Gómez, el periodista hoyero que visitó Cantabria e invitó a su ex presidente a la “Cuna del Brócoli”, hizo una generosa presentación exaltando las bondades de un Revilla que, según aseguró tras acompañarlo en su visita por nuestra ciudad, “es exactamente igual que como se muestra en la tele”. Eso sí, antes de ceder la palabra al invitado, hubo advertencia al público; hoy, nada de política. Que no está el horno para bollos. Y sus seguidores se quedaron con las ganas de saber los vaticinios del político sobre los destinos de Pedro Sánchez, que mantuvieron al país en vilo todo el fin de semana.
La parada en la Ciudad del Sol fue una más de las paradas que está llevando a cabo durante su periplo por España para presentar su último libro, Toda una vida; las Ramblas de Barcelona (“Justo en la caseta de al lado firmaba Oriol Junqueras” ) hace días, ayer Granada, hoy Lorca, mañana La Hoya. “¡Y me conoce todo Dios!”, se jacta mientras comenta que, esta tarde, en nuestra ciudad, hoy no ha podido ni terminarse la cerveza, sobrepasado por el cariño de la gente.
“Se aprende yendo a los sitios, lo que he aprendido es hablando con la gente”, reflexiona en esta etapa de su vida en la que, asegura, se encuentra lleno de serenidad y tranquilidad. Con la campechanía y el carisma que configura el personaje, Revilla ha hilado con desparpajo durante una hora y media una sucesión de anécdotas e hitos políticos y personales, provocando los parabienes del público; desde sus humildes orígenes en el valle de Polaciones, entre ovejas y el aislamiento por la nieve, que, según él, han determinado su forma de entender la vida (“Qué envidia todo lo que tenéis aquí; alcachofas, fruta… allí solo teníamos patatas y vacas”) a sus casuales inicios en la política, por los que dejó su carrera en el banco, su barco y su casa para defender la autonomía de Cantabria ( “La política debiera tener vocación; ahora llega cualquiera con la carrera recién terminada que no tiene donde ir”), pasando por sus meteduras de pata. Como aquella sonada de unos cotilleos sobre la escasez de comida en el banquete de la boda de Felipe y Letizia para una televisión local, que fueron más tarde la comidilla en el mítico Crónicas Marcianas de Javier Sardá (“Siempre digo lo que pienso; no soporto la hipocresía”). Y que estuvo a punto de costarle su dimisión. No perdió Revilla ocasión para subrayar su filosofía política y personal; según él, la coherencia, la honradez , el vivir sin envidia ni rencores y el “ser normal”, son la clave de su abrumador éxito entre el público. “Lo que más deseo es que la gente me quiera”, confesó, con una cierta ternura.
Como bonus, y tras la pregunta de uno de los presentes, un alegato final a favor de paliar la falta de agua que mina el potencial de nuestra tierra. “Una vergüenza que esta tierra, que puede suministrar de comida saludable a todo el país y a todo el mundo no tenga el agua que necesita”, argumentó . “El agua, como el aire, debería ser de todos”. Justo las palabras que tenía que pronunciar para terminar de meterse en el bolsillo al público lorquino, que abandonó rápidamente sus asientos para pillar sitio en la cola y llevarse la foto y firma del político quizás más querido de nuestro país. Que no es fácil, en estos tiempos que corren.