Internacional
Fallece a los 89 años José ‘Pepe’ Mujica, símbolo de la izquierda latinoamericana
El expresidente de Uruguay murió tras una larga lucha contra el cáncer. Su vida, marcada por la austeridad, la resistencia y un profundo compromiso con la justicia social, deja una huella imborrable en América Latina.
El expresidente de Uruguay José “Pepe” Mujica ha fallecido este martes a los 89 años, tras una prolongada batalla contra el cáncer. La noticia fue confirmada por el actual presidente del país, Yamandú Orsi, quien lo definió como un referente moral y político para toda una generación. Mujica, símbolo de la izquierda latinoamericana y admirado en todo el mundo por su estilo de vida austero y su discurso contra el consumismo, murió en su chacra de Rincón del Cerro, el refugio rural donde vivió desde que recuperó la libertad en 1985.
José Alberto Mujica Cordano nació en 1935 en un barrio humilde de la periferia de Montevideo. Su juventud estuvo marcada por la militancia política y, a partir de 1964, por su incorporación a la guerrilla tupamara, lo que lo llevó a pasar más de una década en prisión, incluidos siete años de aislamiento extremo durante la dictadura militar. A pesar de las secuelas físicas y psicológicas, emergió de esa experiencia con una perspectiva aún más radical sobre la vida: “Gasté soñando, peleando, luchando. Me cagaron a palos y todo lo demás. No importa, no tengo cuentas para cobrar”, recordaba.
Mujica inició su carrera institucional en democracia como diputado en 1994, luego senador, y finalmente presidente de Uruguay entre 2010 y 2015, cargo que ejerció sin abandonar su célebre austeridad. Vivía en una modesta casa de campo, manejaba un viejo Volkswagen Escarabajo y donaba la mayor parte de su sueldo. Desde ese lugar promovió una agenda progresista que convirtió a Uruguay en pionero regional en temas como la legalización del aborto, el matrimonio igualitario y la regulación del mercado de marihuana.
Su carisma y franqueza lo convirtieron en una figura mundial. Líderes de todo el planeta, desde Barack Obama hasta el rey Juan Carlos de España, se sentaron en su porche de campo para conversar. Mujica los recibía con una advertencia implícita: el poder debe servir para liberar, no para oprimir. “Dicen que soy un presidente pobre. Pobres son los que necesitan mucho”, solía decir.
Hasta el final de sus días mantuvo un discurso de advertencia contra el modelo de vida moderno. “Vivimos autoexplotándonos para comprar cosas que no necesitamos”, decía, apelando siempre a la libertad entendida como tiempo para vivir. Su última aparición pública fue en febrero, en el cierre de campaña del ahora presidente Orsi, a quien entregó simbólicamente el legado político del Frente Amplio.
Mujica murió como vivió: sin bronces, sin monumentos y sin buscar la gloria. “Ya terminó mi ciclo. Me estoy muriendo y el guerrero tiene derecho a su descanso”, dijo en una de sus últimas entrevistas. Cumplió su deseo de morir en su casa y pidió ser enterrado bajo la secuoya donde yacen los restos de su querida perra Manuela.
Con su partida, América Latina pierde a uno de sus líderes más singulares, un revolucionario tranquilo que supo convertir la política en una forma de ética vivida.
