Hot Wheels: cuando la vida avanza sobre un coche de juguete

Si es preciso hablar de uno de los mayores titanes de la industria del juguete automovilístico, Hot Wheels se lleva la palma. Sin embargo, la clave de su éxito no sólo radica en sus fantásticos complementos y diseños, sino en su variedad. Una variedad que admite todo tipo de público y que, por ello, convierten a la firma en un sello de lucha por la democratización de la identidad.

Los juguetes y la formación de la identidad

Más allá de su objetivo como pasatiempo, los juguetes constituyen en la infancia uno de los pilares de la imaginación y del desarrollo cognitivo sobre cuyos cimientos no sólo aprendemos acerca del mundo, sino también de nosotros mismos. Precisamente, somos nosotros mismos quienes animamos esos objetos inanimados que, dotados de inmensas posibilidades, forman también parte de nuestro baluarte interior. A su vez, descargando en ellos múltiples emociones que, quizá, y aunque el clave de intimísima clandestinidad, no seríamos capaces de expresar de otro modo. Motivo por el que, trascendida la infancia, su recuerdo es forja capital de nuestra memoria.

Asimismo, la elección de nuestros juguetes predilectos no obedece a un mero impulso, sino que parte del primitivismo de la preferencia que, más adelante, vertebrará nuestra identidad y, colateralmente, nuestra relación con las cosas y las personas. Tomando uno de sus más claros ejemplos, los Coches de juquete han sido y son un elemento infantil que, con el tiempo, ha evolucionado en marcas como Hot Wheels. Una firma que ha sabido adaptarse a todos los gustos, concatenando en su catálogo todo tipo de público, menor e incluso adulto, mediante tanto convencionales como dispares diseños. Un factor que contribuye a la personalización de nuestro universo.

Hot Wheels: ¡variedad “a tope”!

Como es evidente, la variedad en la industria del juguete es un valor añadido a nuestro patrimonio individual. Un modo de democratizar un solo producto bajo el variable y mutable prisma mediante el quenuestros pequeños escudriñan la existencia. Un valor que los coches Hot Wheels cumplen a rajatabla, disponiendo en su repertorio tanto de coches fidedignamente representados respecto a su análogo a escala real, como vehículos temáticos y personalizados de series y películas infantiles e incluso más allá. Una significativa variedad de la que se entiende perfectamente el liderazgo y la popularidad de dicha firma en el sector de los coches de juguete.

Pero, además, Hot Wheels también ha supuesto toda una innovadora revolución en el ámbito de estos coches. Tal es así que podría decirse que los mejores productos de Hot Wheels son sus pistas desmontables, con horas de diversión garantizadas y de las que destaca su buque insignia: la pista Hot Wheels Tiburón. Una intrincada plataforma que cuenta con las fauces de un gigantesco tiburónamenazando uno de los puntos del recorrido. Demostrando así que las pistas hot wheels no sólo conceden un disfrute mayor y más variado, sino que también hacen la imaginación realidad con interesantes invenciones que hallan su lugar en el cuarto de todo niño habido y por haber.

Democratizando la identidad humana

Dejando un momento de lado los refrescantes circuitos Hot Wheels, es también preciso mencionar que una de las ventajas de tal repertorio es la reducción del sexismo en los juguetes infantiles. Como bien es sabido, se ha dicho desde diversas y sendas fuentes que, a menudo, los juguetes obedecen a una segregación de género que la sociedad debe revertir. En ese sentido, aun a pesar de cuantos padres tradicionales han obligado a sus hijos a jugar con coches y a sus hijas a olvidarlos, la multiplicidad de diseños de Hot Wheels combate la distinción de género. Trasciende, de un modo u otro, aquellos preceptos estéticos, incluso ligados a un color, mediante los que se ha asignado por activa o por pasiva un determinado juguete a un determinado niño según su sexo.

Es una vergonzosa evidencia que los niños deben ser libres de jugar con cuanto quieran. Precisamente, porque es en la infancia donde su experiencia urde todo el entramado mental que conformará al futuro adulto. Por ello, la adopción de múltiples y distintos diseños en un mismo producto, por convencional que sea, es beneficiosa para su propia democratización y normalización de la identidad humana. Porque, en la niñez, absolutamente nada, por nimio que sea, es trivial. Sino que puede calar de un modo verdaderamente intenso en esa primeriza cápsula del tiempo que son nuestros primeros años.

Una rueda segura y en constante movimiento

La infancia es el vergel de donde cosecharemos muchos de los engranajes clave que hacen funcionar la maquinaria de nuestros valores. Partiendo de algo más básico, incluso los colores ejercen su influencia en nuestra psique tanto de pequeños como ya de adultos. Además, y como se ha mencionado, los juguetes operan como un canal de transmisión de nuestra emocionalidad, por lo que su juego también constituye metáforas que, de algún modo u otro, y siempre desde la abstracta perspectiva de un niño, ayudan a procesar vivencias. Basta con unos lanzadores Hot Wheels para depurar la pérdida de un mal amigo infantil o la propia emoción del desconcierto.

Así, los coches de juguete de esta prestigiosa firma, dada su azarosa e intensamente reiterada variedad, son un buen ejemplo del futuro del juguete. Un elemento capital de nuestra infancia que no sólo debe cumplir con nuestras expectativas, sino que debe ser capaz de amoldarse a toda visión, por primeriza o prematura que pueda llegar a parecer. De nuevo, somos nosotros quienes, divertidamente, animamos esos objetos inanimados. Un superpoder increíble, tremendamente puro y del que, además, extraeremos momentos inolvidables. Porque Hot Wheels es precisamente lo que su nombre indica: una rueda en constante movimiento y sobre la que conducir amablemente hasta el templo de nuestra personalidad.