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Las nuevas uvas de la ira

Europa

Las nuevas uvas de la ira

Los tractores llegaron por los caminos y se metieron en los campos, reptiles inmensos que se movían como insectos, con la fuerza increíble de los insectos… El hombre que se sentaba en el asiento de hierro no parecía un hombre; enguantado, con gruesas gafas, con una máscara de goma contra el polvo, que le tapaba la nariz y la boca, era parte del monstruo, un engranaje más de la máquina.

De esta singular manera describió el escritor John Steinbeck en su novela, Las uvas de la ira, uno de los sucesos más penosos que azotaron los Estados Unidos, en particular, y al mundo, en general. Es el momento álgido, casi al comienzo de la novela, cuando unos pobres campesinos ven que todo el ingente esfuerzo y sudor vertido durante generaciones, no ha servido para absolutamente nada. Forzando así a millones de personas a realizar una masiva migración hacia la otra punta del país, en busca de una vida mejor.uvas ira

Y antes de continuar… ¿Qué diferencia existe entre las dos imágenes? Pues, salvando la sutileza del color, la nacionalidad de los que aparecen y los ochenta años de diferencia, no hay ninguna. Arriba se ve una familia de campesinos norteamericanos en la década de los años 30, en plena Gran Depresión, y abajo, otra familia siria que huye de las penalidades que sufre su país. Ambas fueron obligadas a escapar de sus amadas tierras. Ambas fueron utilizadas por gobiernos poco eficientes y ambas son el eslabón más débil que tuvo y tiene que sufrir las consecuencias de algo que, quizá, ni entienden. Nos asolan las terribles imágenes de refugiados sirios que aparecen cada día en los informativos.

Nos duele ver a niños pequeños huyendo entre lágrimas y cargas de las autoridades, y durmiendo bajo unas estrellas que les parecen de todo menos adorables. Es cierto que las causas de que ambas familias tengan que dejar sus hogares no son las mismas, pero si me ha parecido razonable la similitud de las historias, ha sido por lo que viene después. Ahora, cuando ya está casi todo perdido para ellos, se les ponen barreras. No pueden volver atrás, pero en algunos sitios tampoco quieren que continúen. ¿Y qué futuro les esperará allí donde vayan? Las uvas de la ira de John Steinbeck es un retrato fidedigno y cruel de la Gran Depresión.

Todos nos paramos a pensar en las famosas historias de la gente que saltaba por las ventanas de los rascacielos, pero ¿y los que no podían tirarse de tan alto? La novela nos narra como la familia Joad, unos campesinos del estado de Oklahoma, pierden su granja y tierras, y deciden partir hacia California, atravesando el país por la famosa Ruta 66. Millones de campesinos de ése y otros estados toman la misma decisión y se dirigen a aquel maravilloso lugar donde siempre brilla el sol y hay trabajo de sobra para todo el mundo, California.

Pero los sueños de esta familia se irán viendo truncados incluso antes de llegar, pues tendrán varios altibajos en el trayecto y, además, gentes que vuelven en sentido contrario les advertirán de su error, pero ellos no pierden la fe. “Allí hay trabajo”. No obstante, nada es como ellos creían y su vida allí se tornará muy difícil y penosa, sobre todo porque son repudiados por los mismos habitantes originarios de la zona, otras veces explotados sin pudor y otras a merced de la salvaje naturaleza. Y no es ésta una lectura que te deje un buen sabor de boca (no malinterpretar mis palabras, pues la novela es excelente y adictiva), porque a cada página que pasas ocurre un nuevo desastre, y cuando algo se soluciona, pronto volverán los malos hados a la carga.

Esta situación calentará tanto los humillados ánimos de los emigrantes, que intentarán salvar su dignidad y a sus familias por la fuerza. Imposible volver a sus hogares, pues no existen, e imposible les hacen la vida los de aquellas “prosperas” tierras, que no quieren a los emigrantes. Ahora yo pregunto: ¿Habiendo pasado ochenta años, podremos permitir que esto vuelva a pasar? Les acogemos, sí, pero también debemos preocuparnos de que no se encuentren en esa situación de desamparo que les pueda llevar a la mendicidad o la delincuencia a la que tristemente se ven arrastrados muchos. Seamos solidarios, pero con cabeza. No dando pan y caricias, para después dejarlos a su aire. No convirtamos esta migración masiva en unas nuevas uvas de la ira.


Redacción: Fernando Cabrera. Periódico EL LORQUINO. 


 

 




Redacción de Periódico EL LORQUINO Noticias.

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