Historia y patrimonio
Schindler: De demonio a ángel
Se cernió, allá por 1939, la larga y cruel mano del nazismo sobre Polonia. La historia de sus crímenes es de sobra conocida, al igual que la de aquel hombre que se jugó la suya propia para redimir sus pecados. El pecado de haber sido un nazi. Su nombre era Oskar Schindler y hoy se cumplen 41 años de su muerte. Oskar Schindler trabajó de espía para el nazismo en los países de Europa del Este, principalmente en Checoslovaquia y Polonia.
EL LORQUINO 09/10/2015 Lo hizo así hasta 1940, cuando ya decidió dedicarse en cuerpo y alma a su famosa fábrica. Hasta 1944, se encargarían de fabricar cacerolas y otros utensilios para las tropas alemanas. En Octubre de 1939, un mes después de haber sido invadida Polonia y comenzar la Segunda Guerra Mundial, Schindler visitó la ciudad de Cracovia por primera vez por un asunto de espionaje.
Allí adquiriría una fábrica de esmaltados, Deutsche EmaillewarenFabrik o, como sería conocida por la historia, Fábrica Emalia. Itzhak Stern, un contable judío con quien Schindler entabló cierta amistad, le convencería para contratar a trabajadores judíos, pues estos habían perdido todos sus bienes y derechos como ciudadanos y se apiñaban, malviviendo, en el Gueto de Cracovia.
Le persuadiría alegando que los judíos eran mano de obra más barata, pero la verdadera intención del contable era procurar el mayor bienestar posible al mayor número de judíos del gueto. Como curiosidad, añadir que un pequeño Roman Polanski fue uno de los que habitaron aquel terrible lugar. En un principio Oskar Schindler contrató mano de obra judía por el simple hecho de que ésta le salía mucho más barata, pero hubo un antes y un después en la vida del empresario. A finales de 1941 los alemanes comenzaron con el brutal desalojo del gueto, siendo algunos enviados a campos de concentración y otros brutalmente asesinados sin más.
En 1943 se aniquilaría por completo el lugar, algo que fue contemplado por Schindler y que le haría cuestionarse si los nazis tenían razón o no. Fue a partir de ese momento cuando empezó a contratar mayor número de trabajadores judíos para evitar que fueran enviados al nuevo campo de concentración.
El campo de concentración de Plaszow era dirigido por el cruel y miserable Amon Göth, cuyo mayor hobby era disparar al azar sobre los esclavos del campo. Oskar Schindler trabó una falsa amistad con Göth para evitar que sus trabajadores fueran a parar a dicho campo. Muchas veces fue forzado a enviar familias judías, pero él, con maestría y sirviéndose de su don de gentes, conseguía convencer y salir airoso de la situación.
Fueron muchos los regalos y sobornos que tuvo que entregar el empresario a Göth y otros miembros del partido nazi para asegurar así el bienestar de sus trabajadores judíos. En 1944, cuando los rusos avanzaban desde el este, se cerraron todas las fábricas de Cracovia y se empezaron a trasladar prisioneros y trabajadores judíos a Auschwitz y otros campos más al oeste. Cientos de trabajadores de Schindler fueron montados en trenes y enviados al temible campo, pero gracias a los sobornos de éste, los prisioneros eran trasladados de nuevo a la fábrica, que había sido trasladada al pequeño pueblo de Brünnlitz, y había cambiado su producción para fabricar granadas para la guerra, aunque Oskar Schindler hizo que todas las armas y municiones que salieran de su fabrica estuvieran defectuosas. Se había hecho en ese momento la famosa lista de Schindler, gracias a la ayuda del secretario de Amon Göth, en la que figuraron hasta 1200 nombres judíos que fueron salvados de una muerte segura en Auschwitz.
Cuando acabó la guerra, Schindler corría el peligro de ser condenado como criminal de guerra, ya que había sido espía y pertenecido al partido nazi, pero Itzhak Stern y otros judíos escribieron un documento en el que manifestaban todo lo que el empresario había hecho por ellos y así poder enseñárselo al ejército estadounidense. Huyó arruinado, pues lo gastó casi todo en sobornos para que sus trabajadores no pasasen penurias, y deambuló por varios países hasta que emigró a Argentina y montó un pequeño negocio que quebraría diez años después.
Abandonaría allí a su mujer y regresaría a Alemania, donde no tuvo mucho futuro y finalmente tuvo que vivir de las ayudas que le otorgaban los judíos que él salvó en su momento. Moriría el 9 de Octubre de 1974 a los 66 años y sería enterrado en el Monte Sion de Jerusalén, donde es venerado por los supervivientes del Holocausto y sus descendientes. El escritor Thomas Keneally hizo en 1982 una novela contando esta increíble historia, dándole a Schindler ese carácter de pillo mujeriego que le caracterizaría en un futuro, La lista de Schindler (Schindler’s Ark en su edición original en Australia). Steven Spielberg, diez años después, eclipsaría totalmente la novela con la adaptación cinematográfica que hizo de ésta. La lista de Schindler se ha convertido en un film esencial y de culto; la mejor obra, sin duda, del director de origen judío.
Grabada en blanco y negro, es un impactante y sobrecogedor recorrido por aquella pequeña obsesión del empresario nazi en salvar las vidas de aquellos que sus antiguos camaradas querían borrar. La película, que ganó 7 Oscar, incluido los de Mejor Película y Mejor Director, entre otros prestigiosos premios, contó con las impresionantes actuaciones de Liam Neeson, como el empresario Schindler, y que estuvo a punto de hacerle ganador de un Oscar al Mejor Actor; Ralph Fiennes, en el papel del temible Amon Göth, y Ben Kingsley, como el contable Itzhak Stern.
Personalmente me parece una película esencial y terriblemente maravillosa, que retrata impresionantemente el dolor, el miedo y la agonía de los que sufrieron las maldades de los nazis. No hay más que ver la sobrecogedora escena en la que cientos de judíos se encuentran apiñados en un tren, dirección a Auschwitz, a pleno sol de verano, sin agua y sin apenas aire y piden al empresario ayuda. Éste comienza a fingir que se quiere burlar de los presos y les pide a los soldados que arroje agua con mangueras a los vagones.
Actualmente la Fábrica Emalia sigue en pie. En los 70 fue un centro de telecomunicaciones y en los 90, ya abandonada, hizo de nuevo su antiguo papel en la película de Spielberg, pues casi toda fue rodada en la misma. Hoy en día, la vieja fábrica es un museo del Holocausto y de la invasión nazi. Y personalmente creo que es una visita fascinante que te emocionará y horrorizará a partes iguales por lo bien ambientado que está.
Si alguna vez visitáis Polonia y Cracovia, no hay que dudar la visita a éste lugar, que sin duda a mí me encantó y me hizo emocionarme, pues las imágenes y testimonios son muy, pero que muy, duros. Hoy recordamos a ese empresario que se quiso aprovechar de las desgracias de los judíos y acabó convirtiéndose en su salvador.
Redacción: Fernando Cabrera. Periódico El Lorquino.