Quince años de soledad. Homenaje a Paco Rabal

Fue hace quince años cuando el gran actor dijo adiós. Y lo hizo, por desgracia, lejos de esa tierra que tanto quiso, Murcia; cuando se disponía a regresar a España para recibir el premio honorífico Donostia, en el festival de San Sebastián. Y es que el actor siempre llevó con enorme orgullo su cuna aguileña, el mismo orgullo que nosotros sentimos al recordarlo como uno de los nuestros.

@ellorquino| Siendo un niño tuvo que marchar, como tantas otras personas, junto con su familia para buscarse la vida, y fue a parar a Madrid. Allí trabajó en lo que pudo, tenía que ayudar en casa, y por las noches estudiaba. Conoció al poeta Dámaso Alonso, que fue quien le acercó al mundo del arte, aunque él ya había hecho sus pinitos.

Pero sería trabajando como ayudante de electricista en unos estudios cuando se acercó al cine por primera vez. Allí fue consiguiendo pequeños papeles como figurante en películas como la “Lola se va a los puertos” o el “Beso de Judas”, pero poco a poco iría obteniendo mayor importancia. Y en el teatro pronto empezaría a crecer en importancia hasta que actuó en “Muerte de un viajante”, de Arthur Miller, que le otorgó un gran reconocimiento. Pronto llegarían películas como “Nazarín”, “Hay un camino a la derecha” o “Viridiana”.

Pero Rabal no se conformó con darse a conocer en España. Paco era demasiado Paco para que no le conociera el mundo entero, y pronto empezó a ser reclamado por directores de renombre. William Friedkin (sí, el de “El Exorcista”) le quiso para la oscarizada y excelente “The French Connection” (1971), pero el estudio ya había contratado a otro grande del cine español, Fernando Rey, que finalmente se quedó con el papel (que repetiría en su también recomendable secuela, “The French Connection II”).

Hubiera actuado junto con actores de la talla de Gene Hackman, pero William Friedkin no quiso quedarse sin conocer a Rabal y le reclamó para otra de sus películas, “Carga maldita” (1977). Cuando se tuvo la intención de construir una central nuclear en Cabo Cope (Águilas), fue el primero que dio la cara para parar su construcción. Pronto llegaría uno los papeles que de verdad le convertiría en un icono, Azarías, en “Los santos inocentes”, adaptación de la novela de Miguel Delibes.

¿Y qué podía tener de interesante un hombre corto de entendederas, que se orinaba en las manos y amante de los pájaros? Sin duda alguna, uno de los personajes más carismáticos de la literatura española, y al aguileño le valió el premio a la mejor interpretación masculina que le otorgó el prestigioso Festival de Cannes, y que compartió con Alfredo Landa, por su papel de Paco en la misma película (quizá una de las pocas veces en que me parece mejor la película que la novela, con todos mis respetos).

Después llegaría Juncal, aquel torero retirado que intenta recuperar su anterior vida, junto a su familia; también sería el pintor Francisco de Goya, a quien interpretó en dos ocasiones: “Los desastres de la guerra” (1983) y “Goya en Burdeos” (1999). Y uno de sus últimos papeles más notables sería el del ciego de “Lázaro de Tormes”. En sus últimos años fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Murcia, y prestó voz al dragón de la película “Dragonheart”.

Moriría mientras regresaba de Montreal, por una insuficiencia respiratoria que obligó a efectuar una parada de emergencia en Burdeos, el 29 de agosto de 2001. Sería incinerado y enterrado bajo un almendro de su pueblo, aunque tiempo después, sus restos fueron trasladados por su esposa, Asunción Balaguer, al cementerio de Águilas. Resulta curioso que muriera en Burdeos, como el pintor al que interpretó dos veces, y que le hizo ganar el premio con el mismo nombre del artista, Goya. Hoy recordamos a uno de los pilares fundamentales del cine español, y éste tiene acento murciano. D.E.P

Redacción: Fernando Cabrera. Periódico EL LORQUINO.