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¿ Espíritus malditos en el Castillo de Felí (Lorca) ?

Historia y patrimonio

¿ Espíritus malditos en el Castillo de Felí (Lorca) ?

[symple_toggle title=»AVISO LEGAL SOBRE ESTE CUENTO» state=»closed»] En homenaje al historiador lorquino José Luis Alonso Viñegla, fallecido con tan solo 58 años por una grave enfermedad en el año 2012. AVISO LEGAL: El relato que se reproduce a continuación se encuentra bajo derechos reservados de Copyright del autor, y bajo la autorización expresa de la familia del escritor de ser reproducidos en esta web de Periódico El Lorquino. Por lo tanto queda prohibida cualquier otra copia sin dicha autorización. [/symple_toggle]

LA SIMA DE LOS TEMPLARIOS



La cima barrida por el viento conservaba esencias guerreras. Don Martín imaginó la dura vida de aquellos soldados. Desde el punto más alto de la atalaya creyó percibir cascos de caballos, relinchos de bestias, el discurrir de cadenas del mecanismo del rastrillo y el puente levadizo, las órdenes de los capitanes en los asedios y batallas, el flotar de las capas blancas de los caballeros templarios, el batir catapultas, el silbido de las flechas sobrevolando el aire en busca de cuerpos donde alojarse. Maldiciones. Juramentos. Invocaciones a Cristo. El polvo levantado por las caballerías. La nieve del invierno. El frío de la mañana. Las noches oscuras. Eso era Felí, un reducto de caballeros de la Orden del Temple conjurados para morir defendiendo la frontera.

Tuvo frío interior  y se arrebujó levantando las solapas de su casaca. Morote se acercó haciendo caracolear a su caballo:

-¿Vos también habéis sentido la llamada de los guerreros insepultos? Debemos abandonar este lugar sagrado. Los lugareños afirman que por la noche el castillo se puebla de fuegos, y que la boria cubre toda la montaña, y que las almas de los caballeros muertos en una acción funesta en la que fueron masacrados por los nazaríes vuelven a la vida y reviven la tragedia.

Fueron años trágicos. Los cristianos nunca los pudieron sepultar, y cuando pudieron acceder al castillo todos habían sido alimento para las aves carroñeras.

Dicen las crónicas que los esqueletos fueron arrojados a una fosa común. El único espacio del monte que no ha florecido desde hace cuatrocientos noventa y ocho años. Se recogieron cientos de flechas partidas, lanzas destrozadas, los pendones de Castilla pisoteados. Fue una guerra de exterminio. Nadie después ha subido a Felí. Ni moros, ni cristianos.


José Luis Alonso Viñegla. «LA CIUDAD DEL SOL. NARRACIONES EXTRAORDINARIAS». Periódico El Lorquino. – Resertvado el derecho de autor.




Redacción de Periódico EL LORQUINO Noticias.

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