David Bowie, ese ser que convirtió el sonido en gloria

Cuando la música todavía se recuperaba por la pérdida de esa bestia del rock llamada Lemmy, nos levantamos con la trágica noticia de que nos dejaba otro de esos seres que cogieron al sonido y lo convirtieron en gloria.

Y mientras muchos jóvenes de hoy intentan pensar lo menos posible, hacer lo menos posible, aprender lo menos posible y subirse al carro de esos que nos asaltan cada noche en la telebasura, para ganarse la vida prostituyéndose en televisión a base de vagancia, me entristece que no sepan, ni quieran saber, quien fue este hombre que supuso un cambio brutal en la música. Él fue David Robert Jones, fue Ziggy Stardust, fue Aladdin Sane, fue el Duque Blanco… Fue David Bowie y revolucionó, como nunca nadie lo había hecho, la música.

David Bowie nació en Londres en plena postguerra (1947) y pronto fue considerado por sus profesores como un superdotado y un niño extremadamente imaginativo para su edad. Su pasión por la música ya era bastante notable, pues pertenecía a un coro y tocaba la flauta, pero cuando su padre llevó a casa una amplia colección de vinilos de rock ‘n’ roll, la afición se convirtió en pasión.

Empezó a los quince años con pequeños grupos de rock e iría pasándose al rock psicodélico, pero su gusto musical fue tan inquieto como su personalidad, y pronto empezó a experimentar. Creó extrañas amalgamas que mezclaban la psicodelia, el folk, el pop y pronto empezó a tener cierta notoriedad. En 1969 llegaría Space Oddity, su primer gran éxito (y una canción preciosa).

A partir de ahí, David no sería simplemente David. Pronto se enzarzaría con el glam rock y se maquillaría de forma estrafalaria para crear a su personaje más popular, Ziggy Stardust; quizá el alter ego más popular de la historia de la música; el hombre que llegó de las estrellas, como aquel personaje que interpretó en el cine. Y no sería el único, pues durante décadas, serían muchos los personajes que encarnaría el cantante.

Todo fue poco para alguien tan inquieto. Los años pasaban y su música cambiaba, pasando por el pop, la cercanía a lo electrónico, el rock alternativo… sorprendiendo siempre al mundo entero y a unos fans que nunca sabían a qué atenerse cuando se anunciaba nuevo trabajo. Y es que así fue él. Alguien impredecible y tan sorprendente que siempre era capaz de reinventarse y superarse. ¿Estrafalario? Puede que sí, pero también necesario, pues la música no hubiera sido lo mismo sin él. Puede que nunca hubiera escuchado el formidable Raw Power de Iggy and the Stooges o el Transformer de Lou Reed sin su producción.

No hubiéramos podido escuchar aquel temazo que siempre nos trae a Queen a la memoria, Under Pressure, sin tener en cuenta que la otra mitad de esas dos voces maravillosas era de Bowie. Y es que menudo tándem. Fue tal su carisma que hasta en el cine le quisieron. Si destaca algún papel sobre todos los que hizo, sería el del rey Jareth en Dentro del laberinto, aquella película de fantasía protagonizada por marionetas del mítico Jim Henson y dirigida por éste. Pero fueron muchos papeles los que interpretó el cantante, y podríamos destacar también su aparición junto a Catherine Deneuve y Susan Sarandon en el Ansia, como un aristócrata vampiro que tiene pánico a envejecer, y como Poncio Pilatos en la controvertida La última tentación de Cristo. Ahora Ziggy Stardust podrá volver a cantar, viajando por las estrellas como lo hizo en los setenta.

Pues ese mal tan mezquino, llamado cáncer, se lo llevó a los 69 años. Pero dentro de todo lo malo, seguro que estará feliz, sabiendo que siempre hizo lo que quiso y como quiso, cambiando la concepción de la gente y sentando unas bases que él mismo se encargaba de romper. Adiós hombre de las estrellas…

[symple_box color=»green» fade_in=»false» float=»center» text_align=»left» width=»»]There’s a Starman waiting in the sky He’d like to come and meet us But he thinks he’d blow our minds…[/symple_box]

Redacción: Fernando Cabrera. Periódico EL LORQUINO.