Opinión
El drama de haber nacido perro
Fernando Cabrera. Periódico EL LORQUINO. 04/02/2016
Me llamo Niki, o así me llamaron al salir de la tienda. Yo era pequeño, bastante adorable y juguetón. Me llevaron a una casa muy bonita en la que había alguien que debía convertirse en mi amigo. Eso pensaba yo, porque éste me ignoró. A esa persona pequeña no le gusté. No obstante, me cuidaron un tiempo. Me ponían ropas ridículas que me molestaban y me agobiaban. ¿Por qué lo hacían? Me hablaban y pedían cosas, en ese extraño idioma de ellos, pero yo no los entendía. Me pegaron por no hacer lo que decían, me empezaron a ignorar mucho más. Crecí y me convertí en un estorbo. Me subieron al coche, sonriéndome y haciéndome juegos. Yo me dejé llevar. Tonto de mí…
Ahora ya no tengo nada. No tuve cariño, porque me compararon a un juguete. Creían que era una mezcla entre su esclavo y una muñeca para probarle ropitas. Ahora miro atrás y siento tristeza y dolor. Tengo miedo… ¿Por qué lo hicieron?
Por desgracia, un perro no tiene el don de hablar y contar su historia. No es capaz de quejarse por el desprecio que sufren a veces. No es capaz de entender la razón por la que le dieron un cariño que le quitaron de golpe. Este testimonio, el de Niki, es uno de los que ocurre cada día, hasta otras 400 veces. Sí, sí, has leído bien, 400.
España ostenta el vergonzoso título de ser el país de la Unión Europea que más mascotas abandona al año (y me atrevería a decir que por nuestra zona nos llevamos la palma). Más de 150.000 animales son despreciados y dejados a su suerte porque se ha pasado el capricho del momento. Somos campeones en inmundicia, en sinvergüenzas y en malhechores. Somos expertos en maltratar animales, y no vamos a entrar en polémicas “tradicionales”, ¿cómo no íbamos a ser expertos en abandonar a aquellos a los que les tendimos la mano con una sonrisa?
Estamos cansados de ver perros vagabundeando por las calles, buscando algo que pueda saciar su desproporcionada hambre, intentado encontrar algo de agua para no deshidratarse; intentando sobrevivir, a fin de cuentas. Pero llegarán y les capturarán como si se tratara de presos fugados, incordios que no deben estar ahí, los encerraran un tiempo entre inmundicia y cuando ese tiempo llegue a su fin… Los que tienen suerte pueden acabar en un refugio. Los que tienen mucha más suerte, saldrán alguna vez de ese refugio con un nuevo amo o ama.
Tenemos el horrible problema de pensar que somos los dueños de todo. Pensamos que tenemos derecho a hacer lo que queramos con todas las especies de este planeta y por eso atendemos a nuestro propio egoísmo con más egoísmo. Se crean criaderos de perros, especializados en distintas razas, para venderlos. Esto es como una pequeña fábrica de pequeños vagabundos. Porque somos tan crueles que compraremos el perrito de “marca” para presumir más que nadie. Tiene que ser puro, por supuesto, porque si no… no vayan a reírse de mí. Probablemente se lo regalaremos al pequeño de la casa, que puede hacerle gracia los primeros días, y luego ni lo mirará. Pronto, ese perro acabará en la calle. Personalmente conozco casos, y desde luego que esas personas se merecen que les peguen un buen hostión, si se me permite. Con todo su morro, sueltan tranquilamente que ya no les gustaba el animal y que lo han soltado por ahí. Otros, que me parecen más ridículos todavía, dirán que el animal puede hacerle algo al bebé que viene en camino. Debería escribir un fuerte insulto hacia ellos, pero comprenderéis que no puedo. Llena de indignación pensar que hay refugios llenos de animales deseosos de recibir y, lo que es más importante, dar cariño, para que vaya un listo a comprarse un animal en un lugar especializado; un traficante de vidas en toda regla.
Los animales nos enseñan a ser mejores personas, nos conectan con la tierra, con nuestro ser más afable, y nos hacen la vida mucho más placentera. La venta de perros y gatos debería estar terminantemente prohibida, para intentar empobrecer esas vergonzosas cifras de abandono animal, que deberían sacarnos los colores y que a más de uno le harán gracia, porque por algo somos expertos en esto.
Las mascotas no son nuestros juguetes, no los regaléis a niños caprichosos que luego los vayan a ignorar. Si el niño lo quiere, lo dirá, pero si es una sorpresa que ni se imagina… puede acabar en la calle, despreciado. No les pongamos ropitas como si fueran una Barbie, a las mascotas le molestan esas prendas que nos empeñamos en colocarles como energúmenos. Y si hay algo que hace mal a un animal, es tratarlo como si fuera una persona. Humanizar a nuestra mascota no es más que un error. No es una persona, es un animal, y debe ser tratado como tal, pero con el cariño que se merece, porque lo que sí es seguro, es que él siempre estará a tu lado, pase lo que pase. Ellos carecen de voz para lanzar su drama, así que no les demos razones para ello. Convirtámonos en su voz. En nuestros pueblos hay decenas de perros esperando una oportunidad, vamos a dársela y vamos a quererlos como son, y si no te ves capaz de cuidar una mascota, no la tengas.